lunes, 21 de julio de 2008
Sonrisa y fe
Sonrío ante la mirada atenta de los que no quieren bien. Es igual: peor para ellos. Hay hambre, y no les importa. Hay dolor, y enfermedades, y guerras, e injusticias mayores y menores, y desigualdades, y deseos no cumplidos, y necesidades básicas que nunca se cumplimentarán, y tantas y tantas cosas que me duele tan solo el pensarlas. Les es indiferente. Digo, y creo decir bien, que peor para ellos. Entretanto, otros sufren, otros padecen, otros se quedan atrás, otros formulan preguntas que nadie contestará. A menudo, sí llegan las respuestas, pero lo hacen tarde, con desdén, con maledicencia, con hipocresía, con ese cinismo que nos condena a vivir en la fatalidad, en la ignorancia de los sentimientos profundos y verdaderos. Sonrío, amigos y amigas, de dolor, por la pena, por esas cuchillas que me cortan en rodajas y me devoran las sienes y las arterias sin dejar un rastro de emoción sincera. Me dejo la piel entre tanta desesperación. No puedo más. Lo sencillo se ha vuelto complicado, o, a lo peor, ha desaparecido. No hay un ápice de poder, de vuelta atrás, de mejoría, de esperanza, de brillo, para ver tras el paso de la luz que todo lo ciega y que todo lo seca. Caigo de rodillas rodeado de desesperanza. No será, nunca más será, si no paramos antes. Hago un reconocimiento, y de la cisterna casi vacía saco una bolsa de plástico donde pone “fe”. Veré qué hay dentro.
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