Se muere la flor, y nada queda de su belleza, de lo que gustó, de sus perfumes, de los aires de una juventud que fue toda ella lozanía y encanto. Se muere, y un poco muere el mundo, el universo, el sentido de lo que consideramos bello.
Se agotan los últimos instantes de la hermosura de una flor que fue intención e intuición, creatividad y entereza, con un barco de presencias hacia un infinito de inmensa eternidad.
Caemos, callamos, todo se agota, termina el ciclo, y la apuesta con los parámetros conocidos concluye con unos síntomas que están pendientes de un determinismo que nos gana. Es normal que sea así.
“He aquí mi secreto, que no puede ser más simple : sólo con el corazón se puede ver bien; lo esencial es invisible para los ojos.”
ResponderEliminar(Antoine de Saint-Exupéry)