Te cuento que te quiero, y sabes que es verdad. Te resumo unas experiencias que solo veo desde mi lado sabroso. He tomado las riendas de un destino que me hará saltar por los aires, pero no me importa. La generosidad no apuesta por donde debería, y te digo que pienso entre elementos futuros porque entiendo que merece la pena. Las contradicciones me llegan con fórmulas de paciencia y de poca apatía. No estoy dispuesto a cambiar.
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He escrito tu nombre, lo he borrado, lo he querido volver a escribir, y ya no lo he recordado.
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No me mientas, que me miento yo. Dime que te vas, y no me cuentes más. Los motivos de sobra los conozco yo.
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Me echo de menos en esta despedida que me llena de amargura. Lo lamentable es que no hemos hecho nada a tiempo, y ahora lo único que podemos decirnos es que lo sentimos. La actitud más coherente es doblar la esquina, echar a correr hacia ninguna parte, y, sin mirar atrás, afrontar una vida nueva en ese campo tan hostil como es el del amor.
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