Planifico la vida, la tuya, la mía, y soy un desastre. No te ayudo en nada. Debes ser libre y no prestarme atención, aunque diga que trataré de ayudarte. El respeto que te tengo me colocará en una situación de privilegio absoluto. No abusaremos ninguno de los dos de una relación que nos puede liberar de los temores. Puedo leer en tus ojos, y entiendo que me das la razón. Tampoco puedo ocultar yo el encanto que me provocas.
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Ha llegado ese buen día en el que renuevo el espíritu. Las miradas positivas se apoderan de mí, y soy entre posturas que no aceptan el orgullo. He aprendido rápidamente y te diré que seré generoso hasta conmigo mismo.
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