jueves, 24 de julio de 2008

A mi sobrina Claudia, de la que espero poder hablar así

Su mirada es la de un ángel, la de una diosa, la de lo absoluto con presencia de sencillo. Siempre me llega sonriente, rauda, con muchas cosas por hacer, y es que las tiene. Es franca, la pureza en estado macizo. Rescata la coherencia de una sima a la que el ciudadano normal la lanzamos cada día. Ella se divierte con todo, incluso luchando por sus pequeñas cosas. Sus aficiones son muchas, si bien entre ellas destaca la de la lectura. Es tan buena que no sé si se pueden hallar muchas personas de su talante. Su cosecha fue casi exclusiva. Tiene tanta paciencia que no parece humana. Desborda pasión en todo lo que hace. Su manufactura es bella, como ella misma. Ha puesto en marcha mil proyectos, y sigue con ellos, o con otros, pese a que el desencanto asoma de vez en cuando en forma de pequeñas o de grandes traiciones, que todos tenemos, también ella. Siente la calma como nadie, y la saborea, quizá porque siempre va corriendo hacia todas partes. Ha aprendido mucho en poco tiempo, y continúa con esa idea del perpetuo reciclaje. Es la excepción a cientos de reglas que hacen de nuestras vidas algo anodino y triste. Ella porta siempre una sonrisa, una prudencia, una suave y fina inteligencia heredera de una madurez que no sé de dónde saca. Todo cuanto la rodea parece natural, porque en ella todo lo es, incluso más de lo que intuimos. Sabe mover a la gente: lo hace con su propio ejemplo. ¡Ojalá algún día se sienta orgullosa de nosotros, aunque no sea tanto como nosotros de ella!

No hay comentarios:

Publicar un comentario