martes, 4 de noviembre de 2008

El poder de la amistad

La amistad, querida Inma, es un sentimiento curioso. No se puede ver físicamente, no se puede palpar con las manos, no es posible que la podamos pesar y, ni mucho menos, pese a algunos intentos infructuosos, que la podamos baremar o cuantificar en volumen, precio o forma. La amistad es lo que es, es como es, se vive como se vive, se siente como se siente, y basta. No hay más. Por eso conectamos con algunas gentes y con otras no. ¿Por qué? No lo sabemos, y hasta es bueno que sea así. Quizá si descubriéramos la fórmula la acabaríamos adulterando, vendiéndola o extinguiéndola, como ha ocurrido en tantos ámbitos o esferas de nuestras existencias. En todo caso, damos gracias cuando tenemos la fortuna, que es una bella diosa de los sentimientos, de dar con un buen amigo, con una buena amiga, con personas que sabemos a priori y a posteriori que no nos fallan. Lo cierto es que no es fácil, porque, estimados y estimadas, a las amistades no se las conoce hasta que verdaderamente las necesitamos. ¡Gran verdad, y sorprendente! Yo, amada Imma, tengo la suerte de contar con muchos amigos y amigas, de esos de verdad, de los que quieren, de los que se dejan querer, de los que viven con paciencia el regalo de los años, a pesar de las contradicciones, de nuestros naturales fallos humanos. Hoy, en este día tan grande para ti, también para mí, también para nosotros, quiero mostrarte mi agradecimiento por lo que nos has regalado. Tu bonita sonrisa y tus profundos ojos son solos dos ejemplos visibles de cuanto llevas dentro. Es mucho y lo sé: lo he disfrutado, y doy fe de lo que suponen. No cambies, amiga mía. Te deseo todo lo mejor, lo que mereces y más. Aquí me tienes para intentar corresponderte en lo que pueda, para favorecer todavía más lo que nuestros corazones experimentan. Inma, amiga, Paco, amigo también, que la fuerza os acompañe. Un beso.

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