Sigue la distancia,
y también el olvido,
y el dolor
por esa noche
que no termina de llegar.
Cantamos al silencio
y al ocaso de un día
que se repite con otro,
y puede que con otro más.
Hemos adivinado
desiertos y eriales
donde el gozo
se quedaba solo,
hasta sin sombras,
sin cobijo,
sin ese altar
de presencia lustrosa.
Acertamos
en el pronóstico
que nos reserva
para acercarnos
a la mansedumbre
de lo ideal,
de lo gustoso,
de lo que tiene
sabores estimados
con recetas expedidas
entre sensaciones nuevas
que están por llegar.
Continúa el ardor
por ese no
de pensamiento y de obra
que nos deja
en un puro desequilibrio.
Sabes lo que me faltas,
lo que te echo de menos.
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