La vida nos
hace periódicamente regalos. No siempre los vemos, pero están ahí. A veces los
advertimos, pero se quedan atrás, como si no hubieran sido importantes, aunque
sí lo fueron. No olvidemos que el factor suerte juega fuertemente, y la visión
y el aprovechamiento que hagamos de las ocasiones son de igual manera
esenciales para los derroteros que se vayan sucediendo.
Los dones
preciados, tras contemplarlos, en cuanto los concebimos, debemos mimarlos, como
el propio discurrir, que es irrepetible, único, valioso, un auténtico tesoro.
En ese marco de presentes hermosos, excepcionales, se hallan los sentimientos
bien llevados, los que albergan magníficas intenciones.
Por eso,
cuando alguien te recuerda que has de soñar, debes hacerlo, como cuando niño,
como si la historia empezara ahora, sin lastres, sin edades, sin obstáculos,
salvo el respeto a las personas y a las reglas del ecosistema. Si, además, te
pide que seas libre, en esa elucubración te da la solicitud perfecta. No hay
posesión más preciada que la independencia para procurarnos la felicidad.
Así que hoy,
otra vez, intentaré hacer caso a este renovado brindis de la existencia. En la
naturaleza de las cosas que importan, también os digo que ésta es la jornada emblemática
desde la que hemos de permitir partir a esa nave de la dicha que todos llevamos
dentro, eso sí, con el afán de la libertad, del talento, y entre esos sueños
que, a poco que los abonemos, serán una realidad. ¡Adelante, pues! ¡Buenos
días!
Juan TOMÁS FRUTOS.

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