Nos hemos de introducir
en un amor nuevo,
aunque sea el mismo,
pero que ha de ser precisamente nuevo,
renovado, sí, con brillos estelares.
Nos hemos de poner a platicar
con las caricias
que hacen huecos
para anunciar y vivir
la felicidad subjetiva.
Hemos de llamarnos
por el nombre más conocido,
con interioridades que sean
desde la emoción
más intensa y única.
Reconozcamos
que el deseo nos inmiscuye
en la dicha
que nos aclara
las voces y los sustentos
del cariño genuino.
Hemos aprendido a amar,
y en la propia estimación
hallamos la luz
que nos llevará a buen puerto,
sea el que sea.
Nos vemos pronto.
Juan T.
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