Hay personas que comunican contigo
tan solo con una mirada, sin apenas inmutarse, con un intento sereno y
sencillo. Te relatan algo con tanta naturalidad que, sin conocerlas, hasta las
crees. Incluso acontece a menudo, sin que adviertas el motivo, que te caen
bien. Son transparentes, suaves como el viento, y te dan lo que son, ni más ni
menos.
Proponen con sus actos paz, y
consiguen que el equilibrio asome en forma de paciencia, de dicha, de bondad y
de buenos criterios, que comparten, y por eso se expanden. Es una gracia
tenerlas en el entorno.
Hay, por ende, que mimarlas. Es más
que un consejo. Con ellas cerca, o ellos, no debemos consentir que reviertan y
se nos escapen los intereses basados en la lealtad. Si nos la ofrecen, hemos de
cogerla. Siempre que podamos busquemos buenos compromisos con lo que nos
circunda.
Fermentemos, además, los espacios
que nos permiten liderar la felicidad, a la que tenemos derecho. No lo
olvidemos. Los propósitos han de venir con enmiendas en positivo.
Por lo tanto, las diversiones se
deben mancomunar con experiencias que nos inviten a aletear con empeño y sin
despechos. Podemos llegar lejos, pero tengamos en cuenta que lo importante no
es medir la cantidad, sino la calidad de la existencia.
Las aventuras basadas únicamente en
lo material no suelen acabar bien, aunque durante el trayecto pensemos lo
contrario.
Juan
TOMÁS FRUTOS.

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