Claudicamos muy pronto. Los inconvenientes son inevitables, y debemos prepararnos cada día para ellos. Somos entre diversiones que nos proponen una intención suprema. Nos damos unas clases que luego tenemos que repetir. El entusiasmo esporádico nos condena.
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Piden explicaciones que no dan, y nos volcamos en experiencias que nos meten debajo del manto oscuro. Huimos del pasado corriendo hacia el futuro, y nos quedamos sin presente. Nos desviamos demasiado.
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El coste de la felicidad efímera nos pide unos consejos finales que no se compensan de ninguna manera. Nos han convencido y seguimos, aunque sabemos que perdemos el tiempo.
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