viernes, 28 de agosto de 2009

Intercambios poéticos

La sensibilidad es la base del entendimiento. No hay más fórmula para el conocimiento en cualquier parte o tiempo que utilizar el corazón como instrumento de referencia. El nivel afectivo es el que más incide en los otros, el que más se entiende, el que más nos acerca o nos distancia. Por ello conviene que lo fomentemos con claridad y con la mejor de las intenciones. La reina aquí es la poesía, que tiene un algo especial. Es un tipo de comunicación entre las almas, antes de partir, o de regresar, según se mire, a sus verdaderos y genuinos territorios. Por lo tanto, la poesía no es, o no debe, o no puede, que por ahí debe andar la cosa, vivir en el engaño. Fomenta, o ha de fomentar, la cultura de la felicidad, la búsqueda de las sensaciones más humanas, con favores diestros. Pensemos que muestra, porque es así, las entrañas de quien la escribe, y también de quien la recibe con los brazos abiertos. Es una ventana abierta a la naturaleza de unas existencias que, gracias a la esta modalidad artística, practican una comunión y una catarsis curativa. Funciona, de veras.

Escribir poesía es como volver a la adolescencia, casi a la niñez, a la pulcritud de la inocencia, cuando todo está por aprender, y por sorprendernos… Gestamos mucho deseo en ese planteamiento nuevo que es la vida en corto a través de versos surgidos de las entrañas, de los anhelos más propios, de las caricias, de las emociones más creíbles. Nos gustamos mucho, con el todo, con la nada que es condición para llegar a los demás, de los cuales aprendemos con instrumentos liberadores como la poesía misma.

Contamos, con la intercesión poética, todo aquello en lo que creemos, y pedimos un poco de paciencia hasta llegar donde sea menester. La tolerancia, la pasión, el entusiasmo, y algunos criterios y sentidos más, conforman la realidad acolchonada de la poesía, que gusta de expresar los portentos más distinguidos y también anónimos. Nos damos un poco de cordura loca mediante los versos, que nos invitan a reflexionar sobre lo que hacemos para armarnos de sólidas propuestas de amor, de cariño, de sinceridad.

El mejor intento de aproximación al otro nos viene del flujo poético. Se nos ve con más transparencia, si lo hacemos bien, con más ganas, con todo lo que tiene un universo generoso, bondadoso, colmado de excepcionalidades, todas descubiertas gracias a los afanes de un género literario que se llama poesía.

Da un poco de pavor meterse en el campo abonado de esta literatura. A través de ella se ven nuestras debilidades y fortalezas, se nos contempla como somos, y esa muestra de intimidad, que también es ausencia de anonimato, nos envuelve con una capa de densa factura y ambivalente prestancia. El miedo al ridículo al dirigirnos a gentes con las que no tenemos una familiaridad anterior nos invita a ocultarnos en el recorrido diario, pero eso lo debemos superar. La poesía es, asimismo, aliada, y consejera… Son más los dones que las promesas no cumplidas. Recordemos que en la poesía somos, y somos mejores, y somos más coherentemente honestos. Ánimo con ella. El sinfín de buenas vibraciones que nos puede regalar no tiene ni comparativa ni precio. Procuremos intercambios poéticos sin poner ni cotos ni limitaciones ni fronteras. Solo aconsejamos brillo y esmero.

Juan TOMÁS FRUTOS.

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