viernes, 25 de junio de 2010

Desde la buena comunicación

La comunicación buena y certera nos ha de procurar un estado de felicidad y de equilibrio. Seamos honestos con nosotros mismos. Intentemos mirar con el corazón, con una absoluta bondad hacia los sucesos, actos, posibilidades y pensamientos, que han de fluir en pura comunicación. Superemos el hielo comunicativo. Descongelemos las voluntades que se han quedado quietas y hagamos caso a los pensamientos, al corazón, a cuanto llevamos dentro. No permitamos que las cosas sucedan como si no tuvieran importancia, que siempre la tienen. Nos debemos tomar en serio esas sensaciones que nos previenen con sentimientos variados. Sigamos.

Saltemos para superar las desdichas que hemos de convertir en alegría gracias a la buena comunicación. Aceptemos esas notas que nos vienen de la experiencia. No cesemos en esas pretensiones que nos han de llevar a cotas de buen humor. Lo precisamos. No lleguemos tarde. Tampoco hace falta que nos aceleremos y aparezcamos antes de tiempo. Marquemos una horquilla en la que nos podamos mover, y seguro que daremos con trayectos hermosos. Son referencias inequívocas.

Nos revolucionamos con los extremos que nos presentan consideraciones con las que traer momentos de escenas considerables. Nos tomaremos un algo bueno. No debemos quedarnos en esos escenarios que no edifican la existencia como antes, como al principio. Nos tomaremos el suficiente tiempo para un homenaje de respuestas en las que añoramos etapas de una cierta autonomía, quizá porque los años pasaron sin poner huellas que nos condicionaran. Pienso en ti, como espero que tú medites sobre lo que fuimos, acerca de lo que no hicimos. Hagamos que el paseo merezca la pena. La vuelta de la esquina ya se ve.

Racionalicemos los instantes que nos dejaron claro que la amistad y la comunicación, para fomentarlas y sostenerlas, están en el frontispicio de las relaciones que queramos mantener con el paso del tiempo. No ubiquemos en saco roto lo que podría ser un deseo más o menos hilvanado de paz. Nos hemos de poner en ese brete que asume riesgos con impresiones que nos hagan avanzar por territorios donde la sorpresa y las ganas de aprender se han de colocar por todas partes.

Suspendamos las astucias que otros nos quieren relatar con unas sentencias de volúmenes positivos, sentidos, sinceros. Hagamos caso a todo cuanto nos rodea, a sus caricias, a los análisis que nos indican que las cosas han de salir por los senderos más cautelosos y simpáticos. No dejemos al albur de los días lo que habría de ser un efímero instante.
Comuniquemos. Tengamos valor y coraje, y pura templanza también. Miremos con otros ojos, o puede que tengamos que hacerlo con los mismos de siempre. Adelantemos faena y tratemos de ganar ese territorio que, una vez conseguido, se ha de compartir. Todo es posible, no lo olvidemos, desde la buena comunicación, desde su búsqueda y consecución serena, sencilla, sosegada, moderada y cimentada. No es poco.

Juan TOMÁS FRUTOS.

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