sábado, 30 de octubre de 2010

Los fines de la comunicación

Conectamos hoy, sin que quiera explicarme el porqué. Habrá motivos cercanos y distantes, de todo tipo, prestos a superar los envites de una existencia venida de todos los rincones del corazón y del día a día, que nos regala felicidad y tristeza a tramos. Por eso hemos de saber optimizar lo que nos conviene, y por eso debemos ser capaces de detectar las fórmulas de la memoria y del olvido.

Vivamos con sigilo el papel de quienes nos muestran las ataduras de una vida que nos preña de sensaciones de todo género y número. No desperdiciemos lo más valioso, el tiempo, y procuremos que el partido se juegue los noventa minutos y sin parar durante la prórroga o el lapsus de descuento. En cualquier ocasión surge la oportunidad del conocimiento, de la relación y de la dicha.

Apacigüemos los instantes dolorosos, y seamos consecuentes con el porvenir, que nos ha de embrujar con sus dones más externos y mágicos. Vayamos hacia ese fin que es principio en cada iniciativa, en cada motivo. Nos animamos recurrentemente con unos recuerdos de actitudes que se mofan de las creencias intangibles, que, a menudo, justifican muchos de los procesos de comunicación y de aprendizaje.

Leamos, palpemos, seamos entre amistades sin palabras peligrosas. Cultivemos la memoria y la capacidad de perdonar, de ser entre telas de querencias que no han de quedar en suspensión. Sustituyamos esas etapas que no terminan de engrandecer los papeles de aquellos que están llamados a estimularnos con esas actividades ilusionantes que necesitamos en la cotidianeidad. Nos invitaremos a lo que sea menester.

Patrullemos por el interior de nuestras almas en busca de aquello que puede constituir la clave para comunicarnos, que es la fe y la esperanza en un futuro, en una mejora, en conocer más y mejor lo que nos rodea y sus porqués. Hagamos que broten esas flores que serán la imagen de una antesala de frutos de los que obtendremos la opción de un cariño que, por esperado y auténtico, será sincero. Lo será si ésa es nuestra voluntad y si por ahí encaminamos nuestros fines.

Juan TOMÁS FRUTOS.

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