viernes, 24 de agosto de 2012

Ilusiones


No desgastemos la vida por nada. Busquemos en las canteras que nos llenan de buen humor y salgamos adelante con pronósticos que nos hagan vivir con una inmensa valentía cargada de sinceras caricias ante los distintos avatares de cada época, de cada momento.  El entusiasmo nos ayuda a mejorar, a lograr pequeños o grandes  triunfos, a darnos un poco de entereza ante los desánimos de la existencia, que, ocasionalmente, nos puedan venir.

Si algo nos salvará en esta crisis son las ilusiones, las propias y las de los demás. Por eso generar alegría es tan complicado, porque, si la experimentamos con honestidad, para ser joviales hemos de contar con la mejor disposición de nuestros conciudadanos. No podemos estar solos en esto, como en tantas cuestiones esenciales.

Es claro que, aunque no se vive únicamente de ilusiones, es también evidente que no se puede existir, no plenamente, si no contamos con ellas. Creer en algo, en nosotros mismos, en el prójimo, en la superación de las barreras de la vida, es el agua que nos invita a vivir y que nos permite hacerlo con una cierta plenitud.

Agarremos, por ende, las escenas del amor y convirtámoslas en esa gracia que nos da fortaleza y ánimo para compensar los desequilibrios que podamos sufrir, que, últimamente, son muchos. Aplaquemos con tranquilidad y paciencia, y con altas dosis de querencias, los avatares de un destino que, a menudo, es borroso, y por eso inseguro y hasta hostil.

Prediquemos con el mejor trigo que hay, el de la esperanza en un mañana, en un mañana propio, no extraño, donde todos podamos participar del mejor juego, cooperando, correlacionando las opciones solidarias y dando cuenta de que, en general, podemos. Se trata siempre de entender y de ponderar lo que hacemos, además de relativizar las importancias.

Cohesionemos, pues, las posturas que nos pueden regalar la suficiente felicidad, con la que hemos de incrementar las más hermosas dosis de emoción. No paremos ante las negativas de unos y de otros. Perseverando podemos llegar muy lejos.

Vayamos, igualmente, con calma, incrementando unas opciones que nos han de añadir a esos menesteres que nos otorguen un crecimiento personal, que contribuirá al colectivo. Los objetivos que nos marquemos han de aglutinar los fines más bondadosos, los más cuajados de buenas vibraciones, de planteamientos mancomunados. Nos hemos de brindar sinceros y queridos símbolos de creencias en la verdad y en cuanto somos.

Disfrutemos de lo cotidiano

Guardemos, por otro lado, empeños y elucubraciones para el futuro, para el próximo, para el mediano, para el lejano también. No queramos hacerlo todo al tiempo. Disfrutemos de las señales cotidianas, sin pensar demasiado en lo que viene detrás. Brillemos en el presente. Pasa rápido, y no vuelve. Busquemos lo importante, que no ha de coincidir en todo instante con lo material.

Lo especial se encuentra en lo sencillo, en la mirada limpia, en no agarrarnos a lo imposible, en saber entender las claves de las diversas etapas que vivimos. Resaltemos lo relevante y convenzamos a nuestros egos para dispersar las cargas pesadas de los fracasos y de los malos pensamientos, que hemos de convertir en promesas cumplidas.

Tenemos que serenarnos, vivir en calma, aprender y compartir información, proceder con rectitud y virtud, entre equilibrios y algunos atrevimientos, buscando lo serio, pero también el entretenimiento, y siempre procurando que quede finalmente, al concluir cada día, una estela de fe en lo humano, en nuestras posibilidades, en nuestras capacidades de rectificar y de perdonar, en nuestros afanes por mejorar y por seguir adelante sin mirar atrás. Si lo hacemos, si volvemos la vista, que sea para perdonar y para quedarnos con lo mejor de la experiencia. Si actuamos bien, viviremos bien, mejor.

Juan TOMÁS FRUTOS. 

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