sábado, 25 de agosto de 2018

Un apasionado del costumbrismo


Es bueno. Lo es en todos los sentidos del término. En su arte es único. Le gustan las costumbres, y las plasma con realismo y ternura. De muy joven se deleitó con los toros, y diseñó escenas y protagonistas con un esmero cargado de duende. El espíritu que traslada es excepcional. No es fácil que los retratos formulen el alma de quienes aparecen, pero en nuestro creador, el poder hacerlo, es un don.

La Semana Santa y la Huerta son estampas preciosas, magníficas, que envuelve con lealtad, hermosura y dignidad. Importa, y mucho, su trabajo, imprescindible para entender el panorama pictórico regional de la actualidad.

Está pendiente de todo y de todos. Caracteriza el quehacer cotidiano con referencias claves. Comprende la sociedad, y la traslada con entusiasmo y armonía. Pondera los detalles y los eleva a categoría con una facilidad propia de quien tiene talento.

La acuarela y la plumilla, tan complejos de manufacturar, albergan una soltura especial en nuestro amigo, que lo es no solo por su capacidad, sino peculiarmente por su bondad. Hablo de Pepe Franco. Su mejor tarjeta es él mismo, que expresa la existencia con determinación y creencia en el futuro a partir de un presente en el que se inmiscuye con transparencia.

Junto a la pintura, su otra gran devoción es la fotografía. Lo suyo es lo visual, que, como bien nos corrobora, siempre vale más que mil palabras. Por eso para apreciarle deben contemplar su faena. Tienen muchas oportunidades en las redes sociales, pero igualmente en sus numerosas exposiciones. Pasen y vean.
Juan TOMÁS FRUTOS.

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