sábado, 27 de octubre de 2018

Orgullosos de nuestras plazas

No sé qué pensarán de nosotros cuando nos hayamos ido. Tampoco me preocupa. Estoy con el poeta que señaló que somos "estelas en la mar". Así debe ser, por otro lado. Los imprescindibles acaban dejando paso a otros que, como ellos, hacen cuanto pueden.

No obstante, sí me pregunto qué pensarán de los hechos, de las obras, que hemos legado. ¿Por qué lo digo? Porque me acabo de impresionar viendo las imágenes aéreas de siete plazas de toros de la Región. Es un documental de la Fundación Integra que hace región al contar, desde el aire, a vista de pájaro (de halcón, podríamos decir también), la realidad de unos emplazamientos que registran mesura, belleza, grandiosidad, conocimiento, sencillez, espacio, solidaridad vecinal, amor, dolor, bullicio...

Hay mucho presente, ausente, escondido, revertido, a flor de piel, en estas infraestructuras, en estos edificios, en sus interiores, en sus ubicaciones, en sus entornos, en sus atribuciones y distribuciones, en sus ornamentos, en su arquitectura, en su urbanismo, en tantos y tantos considerandos que uno se pregunta cómo el ser humano es capaz de plasmar algo tan sublime.

Cuando, además, nos señalamos que se trata de construcciones del tránsito entre los siglos XIX y XX, entiendo que es mayor el alarde de preciosismo y de buen acabado. Se alzaron, estos cosos, para su permanencia, para poder ser sustentados y mantenidos con el paso del tiempo. Ha sido así, y eso quiere decir que se diseñaron pensando en el medio y largo plazo, algo a lo que, en esta cultura de comprar y tirar, no estamos acostumbrados.

Por eso, tener la visión, la filosofía, la calma y la perspectiva de captarlos es una actitud que valoro, pondero y expongo en este escrito, que también quiere contribuir a que quienes vengan dentro de unas décadas, tal vez siglos, sepan que hay orgullo igualmente detrás de estos lugares. Y tanto.

Juan Tomás Frutos.

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