lunes, 24 de agosto de 2009

Comunicación equidistante

Intentemos estar cerca de los otros, incluso de los que menos comprendemos. Todo en su justa medida, en la medida del ser humano, con la referencia de tener en cuenta el bien del conjunto, de la comunidad donde nos hallemos. Decían los griegos que en el término medio está la virtud. Siempre lo he creído. Lo bueno de esta ubicación es que es la posición más equidistante para poder entender actitudes que no tienen por qué comulgar con lo que nosotros pensamos. Pensemos que los extremos andan muy lejos los unos de los otros, y, además, cuando se tocan, es en sus más beligerantes aspectos, lo que condiciona definitivamente los resultados.

Creo, por ello, por lo que digo, en la tarea de tender puentes entre opiniones y situaciones diversas. Esas mismas comunicaciones o conexiones, pese a su verticalidad y horizontalidad, sustentan encuentros que, de otro modo, no se darían. Hemos de poder escuchar a los demás, lo que sienten, lo que padecen, cómo son, pensando, buscando, intentando hacer ese esfuerzo por llegar al que está al lado, que también tiene sus razones, como nosotros. De buenos acuerdos están hechos los períodos de paz, de equilibrio, de consenso, y, asimismo, de justicia.

La comunicación para llegar a esta coyuntura, que hemos de hacer estructural, es fundamental. Sin ella no arribamos a situaciones estables. Hemos de salir del conformismo, de la apatía, del dejar hacer sin intervenir… Podemos acercarnos a otras realidades, pero para eso hemos de educarnos en tomar en consideración a los demás, al tiempo que hemos de empeñarnos en trabajar por los otros, por lo que tienen, por lo que han de tener. El deseo de corresponder en lo espiritual nos ha de mover cada día.

Abrir las manos, estrecharlas, considerar al que viene con sus experiencias e ideas, es el sustento necesario para andar un camino de pensamientos floridos, llenos de nutrientes. La divisa ha de ser la esperanza, conformada con otros ingredientes. No defendemos milagros, sino el milagro cotidiano de andar en y por el mismo camino, aunque no siempre nos podamos entender enteramente. Lo interesante es comunicarnos, sentir que no estamos solos, atender las peticiones y demandas de los convecinos… Lo relevante es vernos como parte solidaria de una carrera donde hemos de quitar los obstáculos.

La faena de tender puentes es siempre a largo plazo. No pensemos en corto. Podemos acercarnos, y estoy convencido de ello, a más compromisos desde el ideal pacífico y sosegado de englobar todas las sensibilidades, que nos aportarán elementos sustanciales, granos de arena necesarios en el poso del devenir diario. Es un esfuerzo que no se ve cotidianamente y, por consiguiente, nos puede agobiar el ver que nos cansamos sin cosechar a corto o medio plazo, pero así es la vida. Recuerdo a mi abuelo cuando me decía que la palmera que disfrutábamos la habían plantado dos o tres generaciones anteriores sabiendo, entonces como ahora, que ellos y ellas no cosecharían tal empeño y quehacer. También es cierto, y no olvidemos, que saboreamos las tareas de otros que nos llegan con el paso del tiempo. Tomar esta perspectiva es síntoma de inteligencia emocional y experimental.

Finalmente, no olvidemos que tender puentes es un regalo que hacemos a los demás, y, en paralelo, a nosotros mismos. En el largo plazo también somos más felices. Probemos. Cuando estamos en conexión nos sabemos parte de un proyecto donde todos recibimos el bien intangible de la amistad, del amor, de la consideración, de las buenas acciones de los demás, y eso es un regalo impagable. Confiemos en los agradables resultados de las obras bien intencionadas.

Juan TOMÁS FRUTOS.

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