domingo, 15 de noviembre de 2009

Ante la puerta cerrada

Acabo de cerrar
esa puerta
tanto tiempo abierta,
y ahora no sé qué hacer.

Imaginaba algo así,
pero no tanta indefensión.
La pobreza viene
de la falta de hábitos
para salir adelante
con cambios,
ante ellos,
viviendo transformaciones
más o menos complejas.

Te has comprado
otra ocasión perdida,
una más o una menos,
que no llevo la cuenta,
y me dejas como un trapo
inservible, lleno de agujeros,
maldito para los próximos
meses o años.

Estoy en el nuevo trance,
en camino hacia la nada
más particular,
con impresiones dolientes
que nos agotan
con pensamientos escondidos.

Estoy y no estoy,
porque te vas,
porque sorpresivamente
has recorrido otro mundo
con vencimientos pasados.
Soy algo más,
o eso pensé al equivocarme
de destino en el amor.

Es un duro error,
y por eso sufro tanto
al cerrar de nuevo la puerta,
la única puerta
por la que merece la pena luchar.

No quiero ni mencionarla,
ni descubrirla otra vez,
ni tan siquiera hablar.
No quiero, no.

La puerta está clausurada,
otra vez, enésima ella,
y aquí estoy paralizado,
otra vez, enésima ella,
mirándola, decepcionado,
en otro tiempo,
o puede que en el mismo.

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