viernes, 20 de noviembre de 2009

El ecosistema comunicativo como base del entendimiento

Para entendernos hay que hablar: hemos de procurar que nos entiendan desde la realidad y la convicción de que la palabra contribuye al acercamiento entre los seres humanos. La comunicación es la base de todo. Nada puede resultar bien, salvo por esas casualidades que no existen, ni no nos damos fe a través de los procesos comunicativos. El que nos entendamos con los convecinos/as es un compromiso que hasta puede verse como una obligación o una necesidad. Lo importante es que nos comprendamos, que atemos lazos que nos inviten a una existencia creciente, elevada, inversora en inteligencia y en progreso, con proyectos consensuados, pactados, útiles para la mayoría teniendo en cuenta a las minorías. Ése es el desafío.

No obstante, tengamos en cuenta que la comprensión supone un premio añadido, y así debemos ver esa postura. El galardón es el entendimiento por sí, con lo que implica desde el punto de vista de ahorro de tiempos, de mejoras, de distorsiones que se evitan, de actitudes de reconciliación, de dicha, de pensamientos en positivo que siempre contribuyen a imaginar y a conformar un mundo más idóneo.

La felicidad tiene que ser un fin, pero no una determinación a costa de lo que sea, sino en relación a los que viven alrededor. Difícilmente podemos ser dichosos, si los demás no lo son. Para ello hemos de saber sus ideas, lo que piensan en torno a lo que acontece, sus decisiones (aquellas que han de compartir), etc.

El entendernos es la base de un sistema de convivencia. Hemos de conocer a los otros, de reconocernos en ellos, de disculpar los fracasos o errores, como los demás perdonan los nuestros. Los mejores activos en todas las relaciones vienen de las manos comunicativas, de los pies que nos invitan a caminar en unión y concordia, compartiendo pareceres e intenciones.

La realidad en progreso es posible únicamente a través del diálogo, de la tertulia buscada con formas y fondos de ganancias solidarias. Hemos de saber influirnos con refuerzos de claras actitudes de dar y de recibir desde el anhelo de consolidar equilibrios y buenos propósitos. Somos capaces de ello y de más.

Como consejo, no permanezcamos impasibles ante las iniciativas y actividades que nos definen por acciones y omisiones. Tratemos de ser en y por los demás. La comunicación, en ello, es clave. Además pensemos con buena intención, proyectando que todo es mejorable, que nada es definitivo y que las resoluciones conjuntas perduran mucho más. Miremos con más densidad. Ya saben: la comunicación trae convivencia, y ésta se siente confortada y sostenida mediante la palabra, que no ha de faltar. Además, no olvidemos que las palabras, como los buenos fines, engendran más palabras, más buenos deseos.

Juan TOMÁS FRUTOS.

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