miércoles, 31 de octubre de 2012

La genuina levedad terrenal

Nos merecemos un poco de tranquilidad en la transmisión de los mejores valores. No fracasemos en la organización de etapas, en los tránsitos que nos portan hacia la voluntad más querida y firme. No aguantemos sin conocer lo que nos sucede. Hemos detenido el tiempo, y volveremos a hacerlo unos segundo para analizar lo que nos ocurre.

Nos hemos de saltar el protocolo con una señal de amistad. No pongamos en tela de juicio lo que no fue jamás un castillo en el aire. Podemos ajustar los fines para que los propósitos sean viables. Hemos de disponer lo óptimo para llegar al otro lado de la tarea básica.

Forjemos nuestro destino con una regla de oro. Nos hemos de postular como esa parte del destino al que tenemos derecho. No nos asustemos. Propongamos los aires de una diversión con la que hemos de preparar  el camino de las caricias. No acabemos lo que es nuestro y nos pertenece.

Preparamos ese espacio donde seremos felices. Hagamos que dure, que sea posible, que tenga previsión y perspectiva. Todo el yo ha de ser los dos, o los tres, el grupo, la esperanza de la colectividad. No será, ni deberemos esperar que sea, sin poner algo de nuestra parte.

Sumemos lo que fue chico y hagamos que la grandeza sea ese trozo de esperanza que nos ha de cuadrar con imágenes de ansias solidarias para despertar a ese entendimiento al que tenemos derecho y que es tan preciso en los actuales tiempos. Bajemos de la nube y seamos en la genuina levedad terrenal, que es lo suficientemente grande.

Juan TOMÁS FRUTOS.

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