Vamos a saborear ese paso-doble que es la vida con una
entrega absoluta, sin fisuras, jugando a ser mayores con almas de niños,
inocentes, prestas a lo que nos depare el futuro. La incertidumbre nos regalará
seguridad. Todo será en el sueño que compartimos, que haremos realidad con la
magia de la escritura y como caballeros andantes, en el ruedo.
Nos demostraremos que el talento es cuestión de voluntad, y
con ella viajaremos al país de las maravillas donde percibimos alegría y
pensamientos de colores. Lucen los trajes, y suenan las mejores melodías para
recordar que un héroe está en la plaza, con miles de personas coreando su
vehemencia, su gallardía, su valor, pero, al tiempo, solo, con la tragedia y el
triunfo en el mismo tapete, que se llenará al final de la tarde.
Las incógnitas nos rodean constantemente con sus hábitos de
devoción: seguimos la estela que es sensación y anhelo de pureza, de libertad,
de superación. Hemos sido como él, como el maestro, como el torero, con aromas
que cristalizan en la verdad suprema, la existencia y la muerte, en la misma
moneda, con diferentes caras, entre alardes y sudor, con lágrimas de alegría y
de rabia, y con sangre que es porvenir y pretérito.
Todo se concita con ese paso-doble de fondo, con
movimientos perfectos, sincronizados, a pesar de la improvisación, que está
ensayada a fuerza de mucho entrenamiento mental y físico. Nos dicen los sonidos
que la tarde es especial, y lo es por lo que contemplamos, y lo es porque somos
nosotros quienes también protagonizamos un instante sempiterno.
Juan TOMÁS FRUTOS.
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