sábado, 6 de febrero de 2016

Un instante sempiterno

Vamos a saborear ese paso-doble que es la vida con una entrega absoluta, sin fisuras, jugando a ser mayores con almas de niños, inocentes, prestas a lo que nos depare el futuro. La incertidumbre nos regalará seguridad. Todo será en el sueño que compartimos, que haremos realidad con la magia de la escritura y como caballeros andantes, en el ruedo.

Nos demostraremos que el talento es cuestión de voluntad, y con ella viajaremos al país de las maravillas donde percibimos alegría y pensamientos de colores. Lucen los trajes, y suenan las mejores melodías para recordar que un héroe está en la plaza, con miles de personas coreando su vehemencia, su gallardía, su valor, pero, al tiempo, solo, con la tragedia y el triunfo en el mismo tapete, que se llenará al final de la tarde.

Las incógnitas nos rodean constantemente con sus hábitos de devoción: seguimos la estela que es sensación y anhelo de pureza, de libertad, de superación. Hemos sido como él, como el maestro, como el torero, con aromas que cristalizan en la verdad suprema, la existencia y la muerte, en la misma moneda, con diferentes caras, entre alardes y sudor, con lágrimas de alegría y de rabia, y con sangre que es porvenir y pretérito.

Todo se concita con ese paso-doble de fondo, con movimientos perfectos, sincronizados, a pesar de la improvisación, que está ensayada a fuerza de mucho entrenamiento mental y físico. Nos dicen los sonidos que la tarde es especial, y lo es por lo que contemplamos, y lo es porque somos nosotros quienes también protagonizamos un instante sempiterno.


Juan TOMÁS FRUTOS.

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