sábado, 30 de marzo de 2019

¡Va por ustedes!



Se viste de pasión, y camina como si el mundo se hubiera inventado para ese momento. Nos recuerda que la energía viene de la convicción. Somos como él en el engranaje más imperfecto. Todo tiene su proceso. El hábito también, que no hace al monje, pero sí a la situación a la que se enfrenta.





Es un trecho de escucha, el de vestirse, el que le coloquen ese traje especial, que exhibe brillos, como los que luego se viven en la plaza de la vida y de la muerte. A veces, en estos trances, se experimenta abandonado, y puede que lo esté, y hasta es posible que ello no sea malo. Su optimismo, al final, siempre, le salva.





No es cándido. Conoce el panorama que le rodea. Hay profundidades que le intentan superar, pero no lo acepta. Poco a poco cada prenda va a su sitio, y su sitio espera a que todo encaje perfectamente para la tarde.





Se convoca a esta primera parte de la ceremonia sin prisa y sin pausa. Recuerda a algunos que lo olvidan, pero ésos son los que no interesan. Es un momento de balance antes de que acontezca todo. Lo interpreta bien en silencio.





Enseguida se pone en marcha. Intuye y sabe de imprecisiones, pero es evidente que lo fácil no existe. Con esa convicción sale al albero. Le esperan fotógrafos, aficionados, seres queridos, y el toro. No es un momento más: es el que era, el que ha de presentarse con fina delicadeza y la firmeza de cuanto no consiente equívocos.





En ese entorno, en el suyo, saluda con respeto y se pone en faena. ¡Va por ustedes!





Juan TOMÁS FRUTOS.

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