Mis miserias son mías, y no quiero que me las recuerdes. Estoy entregado a ese amor que no llega, y que, cuando lo hace, me parte en trozos imposibles. Mi palabras no te alcanzan, y sufro lo indecible con la apatía que me regalas de diario.
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Hemos entendido que es posible, pero el día a día nos distrae con imposiciones que nos eliminan del punto crucial. Nos asaltan muchas dudas.
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Hemos agrietado el ánimo con unas caricias que nos indisponen con besos que nos atan a la columna helada. Nos declaramos rebeldes sin motivos y sin vuelta atrás.
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Me da pereza ser, vivir, imponerme una moral que me desgrana el alma con situaciones que eliminan la podredumbre para generar distancias.
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