No me cuentes que crees en mí, que no lo creo, que no puedo. Te llamo y te expreso todo lo que siento en un momento de delicada factura, y no sigo por los derroteros que me determinan con el paso asombrado. No me relates tu historia amarga, que ya acumulo muchas.
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Te siento cerca, pero estás lejos, más que nunca, más de lo que puedo contar. Te experimento entre telas que me dominan en tiempos que alcanzan lo ideal, lo callado, lo quejoso, lo que no tiene un gran sentido. No me vale nada.
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Te lloro antes de irte, pero es que sé que no surgirá otro final.
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Te llenas de simplezas, y, en la sencillez, te escondes, no estás, no sigues, no afloro con la frescura de otros tiempos ya calmados y escondidos.
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