sábado, 28 de agosto de 2010

La travesía comunicativa

Crezcamos en expectación por aprender, por saber. Descorchemos los mensajes. El conocimiento es la máxima maravilla, es lo que deja huella. Los signos son así. Bordeamos esos límites que nos llevan a otras fronteras con las que poder ir creciendo. La vida tiene lo que tiene, que es mucho o poco según se mire. No abordemos cambios que nos descolocan con emociones poco simpáticas y poco apetecibles. No obstante, las tenemos que afrontar con la idea de que todo vaya mejorando hasta que demos con las soluciones y concordias de espacios acertados. No deambulemos por lugares descolocados.

Sellemos esas puertas que nos desatan momentos poco apacibles, y singularicemos esas señales de roca viva, de espacio sideral con resultados más que estimulantes y deseosos de mejoras en tránsitos sincretistas. Aproximemos lo que somos, lo que nos confiere una cierta estancia en el limbo placentero y dichoso. Nos hemos de establecer con esos rumbos sin agotados elementos finitos.

Tengamos esos tonos que nos saben a gloria, que nos invitan a tomar ese peso que antes nos supuso ansias de libertades sugerentes. No permitamos que las cosas se queden en árboles que no resuelven las miradas sobre unos bosques que han de solucionar las conclusiones más ínfimas. Nos hemos de decir lo que nos sabía en su momento a las correcciones más lindas y conformadas con las complicidades de ánimos correlativos. Busquemos los claros.

Señalemos los objetivos con atónitas y resplandecientes enseñanzas que nos han de dibujar el pasado con un presente litigador de los establecimientos más grandes. Nos hemos de consentir esos recortes que nos han de preferir con las faltas de criterios de antaño, que fueron, desde la experiencia, unos buenos baluartes. Tengamos en cuenta lo que nos llega.

Midamos las palabras con sus versiones más reducidas y sigamos con unas hermosuras que nos han de consolidar en los instantes de apasionamientos liberados. No pongamos tratamientos antes de tiempo. No disimulemos. Los resúmenes de siempre nos dan lo definitivo. Guardemos las mejores palabras para los mejores intentos, y, entretanto, no paremos en esas ansias de dar con las proporcionalidades de un sí que llega y que es. Aproximemos las mentes con esos lazos comunicativos que nos insertarán en la maravilla del conocimiento. Para saber la mejor travesía es con la comunicación sin disgustos. Las ocasiones se tercian de oro brillante. Busquemos matices predominantes.

Juan TOMÁS FRUTOS.

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