lunes, 13 de junio de 2011

Las relaciones del día a día

Tomemos la vida en serio pero con ópticas que relativicen todo. Hemos de ganar las apuestas con un poco de genialidad. Hagamos que las sorpresas funcionen con las variables más hermosas. Dignifiquemos las emociones con unas gratas caricias. Los amores han de venir por doquier, incluso mediante el propio aprendizaje.

Gestemos posibilidades con el agua que nos emociona cada día. No neguemos las expresiones con sus devenires inexplicables. Hemos de abrir el tarro de las esencias con las conquistas docentes que nos ofrece la existencia, que hemos de aprovechar cada vez que podamos. Hagamos que funcionen las intenciones.

Los instrumentos de aprendizaje han de ser imaginativos, creativos, suspendidos sobre emociones e ilusiones que nos han de enseñar cada jornada. Hagamos que las sorpresas nos lleven por esos itinerarios de las posibilidades manifiestas. Los asuntos nos han de entregar a las realidades desde las opciones de las apariencias, que hemos de fraguar con las mejores levaduras.

Todo ha de sonar a las objetivas intenciones que nos conducen por razones de gracias sinceras y prestas a los viajes que nos regalan ideas, consultas, sugerencias, paciencias y toda una gama de trabajos de campo con sus resultados más prometedores. Hagamos que el amor triunfe. Podemos estando juntos.

Las distracciones, con moderación, también son buenas. Hagamos que todo vaya por esa senda de las importantes caricias, de las señales que gustan, de los elementos de la extrañeza fortuita pero convertida en veredas de altruismo y de conocimiento. Tomemos el plano del deseo con el anhelo mismo, pero indagando para sanar heridas y saber cada vez más. La impronta de lo abstracto, de lo conocido, de lo pendiente, ha de sugerir lo mejor, así como cuantías relevantes de felicidad, que ha de ser la motivación en todo proceso de relato, en toda comunicación, en las relaciones del día a día.

Juan TOMÁS FRUTOS.

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