Francisco González Ledesma(Barcelona, 1927) ha sido redactor jefe de La
Vanguardia de Barcelona, y antes de El Correo Catalán. Es un veterano
periodista que en otro tiempo estuvo llamado a ser el novelista de éxito más
joven de España. A los veintiún años obtuvo el Premio Internacional de Novela,
instituido por el editor José Janés, y en cuyo jurado figuraban personalidades
como Somerset Maugham y Walter Starkie. Pero la censura franquista prohibió
reiteradamente esta obra, Sombras viejas, reduciendo al autor, como a
tantos otros de su generación, al desánimo y al silencio. Igualmente estuvo
prohibida su segunda novela, Los Napoleones, que solo fue posible
publicar con la transición política.
Ha firmado numerosas novelas
del Oeste con el seudónimo Silver Kane, ha publicado un libro de derecho, El
dret catalá actual, y las novelas El expediente Barcelona (finalista
del Premio Ciudad de Valencia 1983) y Las calles de nuestros padres,
donde adquiere pleno protagonismo el desengañado policía Méndez, hijo de los
barrios bajos y conocedor impío de los barrios más altos. De esta serie de
Méndez ha publicado varias novelas en Francia con gran éxito y en España. Las
últimas, No hay que morir dos veces (2009) y Una novela de barrio
(2007).
Francisco González Ledesma es, además, abogado, premio de
periodismo El Ciervo y premio Ciudad de Barcelona de cine. Con su novela,
Crónica sentimental en rojo, obtuvo el Premio Planeta en
1984.
Peores maneras de
morir
Una
sorprendente historia de víctimas que se convierten en verdugos
Una muchacha huye desesperada por las
calles del Raval de Barcelona: un hombre la persigue. Buscando refugio, entra en
un edificio medio abandonado. Allí, en la única vivienda con luz, otra joven la
esconde, confiada. Sin embargo, el perseguidor mata a ambas muchachas. Una de
ellas era la ocupante del piso, Miriam, hija de un dibujante y profesor de tiro
con arco; la otra, posiblemente ucraniana, parece ser la típica víctima del
tráfico de mujeres: una joven, casi una niña, que ha intentado escapar de sus
captores sin conseguirlo.
En otro lugar de Barcelona, en una casa lujosa
que sirve de cubil a los miembros de una organización internacional de trata de
blancas, una joven está siendo violada por el encargado de amansarla. Pero,
sorprendentemente, el violador termina con un punzón clavado en los genitales
que la muchacha se había introducido previamente en la vagina. El hombre acaba
muerto, desangrado, y el compañero que acude a sus gritos, recibe una bala en la
nuca.
Este es el arranque de una impactante novela negra, que tiene como
argumento el sórdido mundo del tráfico internacional de mujeres. Un asunto que
sigue repugnando a un hombre tan curtido y de vuelta de todo como el policía
Méndez, viejo conocido de los lectores de González Ledesma. Antes, en tiempos
del policía, la prostitución no generaba demasiados asesinatos. Ahora sí, la
trata de blancas cuesta centenares de vidas y es un negocio tan lucrativo que
quienes lo manejan son casi invulnerables. Nadie sabe el dinero que mueve esta
industria; nadie quiere saberlo. Es mejor cerrar los ojos, piensa Méndez, y
olvidar ese submundo en el que se mueven como peces en el agua asesinos de la
peor calaña, negreros sin escrúpulos, y mujeres sin esperanza.
“Si el
mundo obrero de hace muchos años, con su pequeña y solitaria alegría de los
sábados por la noche, necesitaba trabajadoras de la cama, el mundo capitalista y
global de hoy, con sus crisis internacionales, sus fronteras abiertas y sus
cuentas secretas, necesita transferencias de dinero y transferencias de mujeres
que buscan un mundo mejor.”
Ya Méndez vio el poder de estas mafias cuando
intentó encarcelar a Muller, uno de los tratantes de mujeres más importantes de
Europa, que en la actualidad reside en Barcelona bajo la apariencia de un
honrado hombre de negocios.
Esta impunidad hace que al viejo policía se
lo lleven los demonios. Por ello, cuando aparecen las dos jóvenes asesinadas por
el mismo cuchillo, el jefe de Méndez no quiere que éste se entrometa en el
asunto. Sabe que el policía es incapaz de respetar la ley si tiene que buscar a
un asesino tan repugnante. Pero primero hay que encontrar a esa otra joven que
ha conseguido escapar de sus carceleros matando, y hay que hacerlo antes de que
ellos la encuentren, porque entonces no habrá misericordia. Descubren que se
trata de Eva Ostrova, una joven ucraniana de quince años que estuvo recluida en
su país en un sanatorio psiquiátrico, la presa perfecta para la organización
criminal. Para Méndez, todo el asunto apunta a Muller, aunque nadie quiera
verlo.
Como suponía su superior, Méndez no está dispuesto a respetar la
jerarquía y se lanza a su investigación personal. Sus pesquisas le llevan hasta
la Patri, una vieja prostituta del barrio. Es ella quien tiene a la joven
escondida. Lo hizo cuando la encontró rebuscando en la basura y se la llevó a
casa. La Patri le cuanta a Méndez que recibe ayuda de una mujer muy católica,
pero Méndez, durante un tiempo, no dará importancia a este
comentario.
Entonces Méndez decide no decir nada de Eva Ostrova, aunque
haya cometido un crimen digno de pasar a los anales de la crónica negra de
Barcelona. No dirá nada por todo lo que recuerda, por su vida pasada y porque no
es justo que Eva vaya a la cárcel cuando gente como Muller está libre, gente sin
alma, sin corazón, que ha convertido el mundo en un lugar perverso. Calla,
incluso, cuando aparece una nueva víctima de la joven, otro sicario de Muller
que ha sido hallado a las afueras de Barcelona envenenado por la picadura de una
serpiente coral.
Ahora todos buscan a Eva, que se ha convertido en una
auténtica máquina de matar. Los criminales se enfrentan a un enemigo silencioso,
invisible, que actúa y desaparece, y, sobre todo, que no tiene miedo, ni
escrúpulos, ni otro pensamiento que el de vengarse. Un enemigo muy difícil de
vencer. Mucho más porque si Eva escapó fue gracias a Cris, una de las pocas
mujeres fuertes de la organización, que ha comprendido que Eva puede ser la
clave para hacerse con el poder total del negocio. Todo esto tiene bastante
nervioso a Muller, y no le deja concentrarse en su última pasión, la que siente
por Mónica Arrabal, con quien comparte obras de caridad que le dan un aire de
respetabilidad inmejorable. Mónica, viuda reciente de un hombre acaudalado, es
una mujer bella y muy religiosa que intenta hacer el mayor bien
posible.
Irónicamente, Muller busca a Eva sin saber que Mónica es quien
la está ayudando. Alertada por Méndez, Mónica habla con Eva para saber si tiene
algo que ver con el asesinato. Y Eva le contará la historia terrible de su
infancia, cuando aprendió que para sobrevivir hay que adaptarse al medio y que
para vengarse hay que buscar el mejor momento.
Mónica, de creencias
religiosas muy firmes, no puede permitir que ocurra lo que está pasando. Decide
acudir a la policía, pero duda. Sus convicciones empiezan a tambalearse al
comprender que la vida fuera de las paredes confortables de su casa puede llegar
a ser muy cruel y Méndez estará ahí para recordarle que la justicia y la ley
casi nunca van de la mano.
Barcelona, siempre
protagonista
“Soy un
viejo polizonte que según mis compañeros ya debería estar retirado, sigo los
casos a mi manera, vivo rodeado de libros, doy de comer a los animales
extraviados y conversación a las mujeres perdidas, soy experto en vinos baratos
y cliente de bares vigilados por la sanidad pública. Siempre he trabajado en
barrios populares como el Raval y conozco las casas que van a ser derribadas
antes de que aparezcan en las ventanas los esqueletos de los vecinos. No me fío
de las damas porque he conocido pocas, y supongo que ninguna dama se fía de
mí.”
Un policía cínico y
desengañado que busca redimir su desesperanza; una joven convertida en vengadora
implacable y justiciera; un miserable con disfraz de gran señor víctima de sus
pasiones; terribles sicarios sin escrúpulos convertidos en víctimas; una mujer
que verá tambalearse sus creencias más profundas y una ciudad marcada por muchas
batallas que sobrevive como puede en unos tiempos muy oscuros.
Sordidez y poesía se dan la mano en
esta historia de perdedores, de seres abandonados por la suerte, peleles del
destino. Edificios a punto de ser derribados al igual que sus últimos ocupantes.
Como en un juego macabro, los personajes irán trabándose con hilos invisibles
hasta crear una tupida red de relaciones personales e intereses ocultos que el
autor encaja finalmente con una gran maestría narrativa.
Como en el resto
de las novelas de González Ledesma, la auténtica protagonista de esta historia
es la ciudad de Barcelona, odiada y amada por el autor a partes iguales. Una
Barcelona en crisis, llena de contrastes y contradicciones, de lugares oscuros y
nuevos centros de poder; de barrios tapiados, de olores, colores y sabores de
otras tierras que han encontrado en sus calles un refugio a veces inclemente,
que han cambiado para siempre el carácter de los barrios populares de la ciudad.
Las reflexiones de Méndez recuerdan la Barcelona antigua, la Barcelona canalla
del Raval, de la vieja prostitución de barrio comparada con la trata de blancas
de la actualidad. Es una mirada nostálgica al pasado, a la Barcelona de antes de
la internacionalización del crimen. Méndez reflexiona sobre una ciudad arrasada
por el capitalismo feroz, un capitalismo que sobrevuela la historia como un ave
carroñera. Y la crisis, y la desesperanza y la miseria y la
maldad.
Costumbrismo canalla, crítica social y política, una gran ironía
y un pesimismo nihilista son los elementos que maneja el autor para crear una
historia de rabiosa y terrible actualidad. El tono casi poético con el que el
narrador describe la realidad se entrelaza con sorprendente facilidad con un
relato de una dureza sin paliativos que golpea al lector en el estómago. La
hondura de los personajes y una visión tenebrosa y cínica de la sociedad,
convierten la novela en un perfecto ejemplo de la novela negra clásica,
impecable en su estructura y apasionante en su desarrollo.
En estos
tiempos de depredación e injusticia, González Ledesma nos cuenta una historia de
venganza de los desheredados, una historia de mujeres indefensas que toman las
riendas de sus miserables y arruinadas vidas, que dejan de ser víctimas para
convertirse en verdugos. Es una historia, en definitiva, en la que no participa
la ley, pero sí, y mucho, la justicia.
Lo que sus colegas dicen
de él…
«Desde la primera
página, González Ledesma nos ofrece la que quizá sea su historia más rotunda y
esencial. Feroz en su humanidad, tierna en su ironía, esta novela es un
testimonio lúcido y conmovedor de nuestro siglo perplejo y de sus desconcertados
habitantes.» Lorenzo
Silva
«Méndez es un
hombre cabal y entrañable que traspasa los límites formales de su personaje para
convertirse en el símbolo de un tiempo, de una Barcelona poco complaciente, de
una manera de hacer las cosas. Se trata de la fusión del país del pasado con el
del presente, una pieza imprescindible para comprender lo que somos.»
Alicia Giménez
Bartlett
«Méndez, que
nunca será comisario, que no discute con sus jefes –no importa quiénes sean:
simplemente no les hace caso-, que no perdona ni a un violador ni a un ladrón
que mata, que todavía cree que el conocimiento del alma humana puede resolver
tantos casos como los métodos modernos de los chicos y chicas del CSI de
turno.»
Paco
Camarasa
«Méndez es un
policía veterano, dotado de una mirada mágica que convierte el cinismo, el
desengaño y la nostalgia en benevolencia y tolerancia.»
Andreu Martín.
«En la novela negra, hablar de
Méndez es hablar de Barcelona, y hablar de Barcelona es hablar de
Méndez.»
Eugenio
Fuentes
«Méndez es la
Barcelona que nunca le quisieras contar a tu novia y que jamás aparecerá en un
folleto turístico.»
Paco Ignacio Taibo II
«Méndez es la memoria y la piedad. La mirada
callada sobre lo que fuimos y no queremos recordar. En cada acción de Méndez, en
cada silencio que otorga, subyace la memoria oscura del franquismo cotidiano, la
necesidad de supervivir que fuerza de aceptar nuestras colectivas debilidades.
Cuando más dice Méndez es cuando observa y calla.»
Raúl Argemí
«Si has cometido algún delito para poder sacar
adelante a tu familia o amigos, ojalá sea Méndez el encargado de detenerte. Pero
si lo has hecho porque eres un auténtico cabrón, reza para que no se cruce en tu
camino.»
José
Javier Abasolo
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