sábado, 29 de diciembre de 2018

Amor y esperanza


Me encuentro con un grupo de amigos hablando del espíritu que nos rodea en diversos momentos del año. Nos tratamos de igual a igual. Nadie piensa que lo que indica esté por encima de lo que refieren los demás. Eso me gusta. Nos complace el respeto con el que nos consideramos ¡Ojalá fuera siempre de esta guisa!

Les subrayo en un momento determinado que lo que vale en cualquier aspecto, faena u oficio de la vida es que lo hagamos por amor, por cariño, por el deseo del bienestar ajeno y propio. No ha de ser, ésta, una actitud eventual, sino un anhelo que nos vincule hacia un mundo mejor.

En una etapa, la actual, en la que los criterios parecen estar en entredicho, las influencias mutuas han de plantear las interioridades que nos conectan frente a las diferencias que a menudo tratamos de exponer como principales baluartes. La paz, la justicia y la concordia desde una óptima postura nos cuadran. Cuando buscamos con lealtad el resultado es casi perfecto.

Todos somos vulnerables. Eso es lo que nos recuerda el mundo del toro, además de nuestra correspondencia con la Naturaleza. Nos hemos de apoyar en los que no cesan pese a las alertas de soledad e incomprensión.

Estamos ante el comienzo de un nuevo año, ya con carteles y perspectivas cargadas de entusiasmo y responsabilidad. Ante ello dejemos a un lado las sospechas infundadas y escudriñemos con el afán de una querencia real. Con amor y esperanza, este arte, un poco de todos, no solo evolucionará, sino que estará, asimismo, en el lugar que le pertenece.

Juan TOMÁS FRUTOS.

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