Enamoremos el día
con miradas traviesas,
de alegría, rotas
para multiplicarlas en positivo.
Demos cariño a las horas,
a cada segundo,
a los momentos frágiles
y a los más fortalecidos,
y seamos en la plática sencilla
y extendida a los buenos amigos,
que siempre están ahí.
Demos suavidad
al corazón, a sus pensamientos,
a cuanto somos,
y reconozcamos al final de la jornada
que hemos hecho lo posible
por ser felices.
Si lo somos, será porque sí,
porque ha habido enamoramiento.
Juan T.
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