martes, 16 de agosto de 2011

La finalidad de la comunicación

Pienso en esos demonios que nos rodean con sus tentáculos de la inacción, del silencio. Preconicemos las experiencias con unas nubes que nos acerquen a los platos rotos de otras apreturas, que han de inclinar la balanza hacia el lado mismo de los intereses sin vacío.

No alberguemos esperanzas que no tienen sentido, y hagamos caso a lo que nos previene de las actitudes más reacias. Las prestaciones de otras heroicidades nos deben dar cobijo con sus aciertos de todo nivel.

Cultivemos las previsiones como manera de evitar equívocos o para que, por lo menos, no sean demasiado altos. Corrijamos las desviaciones en el propósito de convertirnos en ese objeto que nos aligera y nos plantea dónde estar en las etapas claves.

Los desayunos de otras voluntades nos han de permitir atrevimientos de pesares gozosos. Nos debemos a un sinfín de realidades con las que podemos y debemos convivir. Las habilidades se adquieren con los errores que nos asaltan con sus sueños desbaratados.

Convengamos algunos procesos para topar conscientemente con las emotividades de quienes vuelven con esos bordes de acciones entre prestaciones de pura heroicidad. No pensemos en esos excesos que nos deberán servir para que no sucedan de nuevo. Todo cuanto narramos tiene una finalidad. Se trata de vislumbrarla y de compartirla.

Juan TOMÁS FRUTOS.

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