miércoles, 24 de agosto de 2011

Una dosis mínima en cada comunicación

Solventemos los problemas antes de que sean insolubles. Avancemos todos los días con el afán de recaudar fuerzas para los malos momentos, siempre inevitables en algunas tonalidades.

Procuremos que el progreso sea siempre real. Defendamos las densas amistades que nos pueden dar esa soltura con la que poder laborar todos los días. Acudamos a todos los encuentros didácticos donde nos podamos ir formando.

Los estruendos del pasado nos deben permitir avances sustanciales. No estropeemos los buenos instantes que, aunque son perecederos, son la salsa de la existencia.

Consolidemos los buenos quehaceres con afirmaciones de puro afán de mejorar en todo y con todos. Nos debemos la felicidad como algo ganado cada día. Prefiramos el consenso a cualquier otra motivación. Dispongamos de tiempo, de tesón, de buenas maneras.

Las señales que nos identifican han de caracterizarnos en todos nuestros poros, en nuestros ademanes, en las conjugaciones verbales, espaciales, temporales y espirituales. Nos hemos de dar mucho amor, más y más, pues todo lo sana. Por ello, la comunicación ha de tener, en sí misma, una dosis mínima de afectos y de caricias reales.

Juan TOMÁS FRUTOS.

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