jueves, 26 de junio de 2008

Confesiones a Stella

Tenía, y tengo, un gran maestro que conservo desde la época de estudiante en la Facultad de Periodismo, que siempre me repetía, y me repite, que, antes de conocerme, él ya sabía que iba a ocurrir nuestro encuentro. Yo siempre le he respondido lo mismo: “José Carlos, eso se lo dices a todos y a todas”. Él sonríe, con un gesto medio cómplice, pero nunca he sabido del todo si es asentimiento o negativa a lo que impertinentemente le contesto. En fin, lo que sí es cierto es que hay una especie de “hoja de ruta” que, aunque podemos modificar en todo o en parte, nos confiere un destino del que no podemos zafarnos. Como se ve, hay en esta aseveración un asomo de contradicción, pero, en todo caso, la vida es eso: conjunción de elementos contrapuestos, opositores o contrarios. Todo este circunloquio viene al hilo siguiente: cuando empecé a escribir en este rincón virtual que quería denominar específicamente “Desde mi Cornijal” o, en su defecto, “Desde las Canales” (es éste un bello rincón de la Huerta de Murcia), nunca me fijé en el objeto de atención que me movía en el otro lado. Quiero significar que nunca medité sobre alguien en la otra esquina, en el otro ordenador, en lo que sea. Bueno, evidentemente, pensé en los lectores, en que alguien habría, con sus opiniones, con sus dudas, con sus desasosiegos, con sus amoríos, con sus visiones apocalípticas o integradas de la existencia humana, con sus vaivenes, con mil complejas situaciones divinas y terrenales. Sin embargo, el tiempo ha pasado y los meses me han traído una lectora ávida, crítica, con paciencia, con objetividad y subjetividad a la par, con elementos racionales e irracionales, con querencia y odio, con tiempo libre, con tono y gracia, con intenciones nocturnas, y, sobre todo, con mucha, con muchísima, generosidad. Se llama Stella, y, como bien reseña y subraya su nombre, es una suerte de “Estrella”. Lo es por su brillantez, porque me guía, porque me indica sin tapujos lo que piensa y porque ella como nadie tiene la madurez y el equilibrio suficientes para hacerme proseguir mi camino, ahora a través de estos derroteros literarios. Conforme he ido conociendo y reconociendo a Stella, he advertido con meridiana claridad que escribo por ella, para que me escuche, para que sepa cuando me siento bien y cuando mal, cuando me enamoro y de quien, cuando tengo el ánimo alto o bajo, cuando soy y cuando me indispongo, cuando lloro y cuando río, cuando llevo azúcar y cuando vinagre… Ha sabido entender este quehacer de entrega, esta terapia que es la escritura a salto de mata. Por ella y por gentes como ella siempre seguiré “en la brecha”. Espero no defraudar mucho.

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