jueves, 26 de junio de 2008

En busca de la renovación

No quiero más lecciones de tu parte. Ya me has enseñado mucho. El tiempo ha huido de mi proximidad y me veo más alejado que nunca de los puntos de un iceberg hundido. Las magulladuras se han vuelto permanentes, y las cicatrices me dañan la vista, que es el 80 por ciento de unas percepciones que me agobian. No atiendo a tus requisitorias. Has abundado en las ofensas, y ahora me permito el lujo de ausentarme, de no tenerte en cuenta, de decirte adiós, de despedirme y hasta otra. Acuso los recibos con informaciones que perturban con impertinencias repetidas desde la cláusula de conciencia. No me quiero complicar más la existencia. Desconozco tus motivos; y me es curioso a estas alturas de la “película” que me invita a vagar por un espacio sin permanencias y lleno de fisuras por donde se cuela el olor a azahar en proceso de putrefacción. Me fatigo mucho. He liderado un método que no ha funcionado, y ése es mi clamoroso error. No me disculpo, ni me justifico: tan solo explico lo que es, o, al menos, lo valoro tal y como lo advierto yo. Las figuraciones nos han hecho suspirar por un futuro que ya sé que no vendrá. Campeamos por respetos que nos suplican una vuelta atrás, que es lo que es, que es nada, que aparece como “sensacional” destrucción entre impaciencias que sospechan sin ver cuanto pertenece, lo que merece la pena. Ganamos y perdemos con apatías y sin dichas que nos eleven el ánimo. No me vale tu altanería, esa soberbia que no tiene en cuenta que somos humanos y que fallamos de vez en cuando, e incluso a menudo. No debería pasar nada por ello. Las caídas han de servir para levantarnos, y punto redondo. Sucede, no obstante, que nos aburrimos tanto que tratamos de implicarnos desde los ángulos más descabellados y negativos. Tengo muchas ganas de amar, de amarte, de ser yo mismo a través de ti, y no me dejas. No salgo de este sillón con cuerdas que aplican el artículo 14 y me inmovilizan. No pretendo ser el niño bonito, pero tampoco el feo. Tengo valores reales y por inventar, y no estoy dispuesto a aburrirme más, a pasarlo mal, a callarme, a supeditarme a tus caprichos, que imponen barreras infranqueables. Te has pasado: todo tiene un límite. Piensa en la despedida, que yo meditaré en la renovación. Ya está ahí.

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