La implicación en los estadios y asuntos que son verdaderamente importantes ha de ser la base del desarrollo de la sociedad. La educación es, indudablemente, uno de los puntos de apoyo en ese avance en el que todos nos debemos sentir responsables. Pensemos que el universo es más cercano cada día. Lo es por la educación, por los progresos societarios en todos los niveles, especialmente en el tecnológico. Eso hace, entre otros menesteres, que nos tengamos que esforzar más para evitar deterioros y daños en los aspectos formativos. Hablamos habitualmente de la enorme incidencia de las nuevas tecnologías en todos los sectores de la población, de cómo se introducen en nuestras vidas con apenas resistencia, de la información y los datos que pululan y se movilizan a través de Internet. Su presencia total, su posibilidad de llegar a todas partes, se traduce en que no hay resquicio donde no puedan tener un impacto más o menos visible y fortalecido.
Precisamente por esa penetración global, y porque contribuyen a la universalización de formatos y de contenidos, hemos de pensar en las cautelas, garantías o alertas con las que hemos de trabajar cuando tenemos niños cerca. Los ordenadores son instrumentos que procuran conocimientos, en sentido genérico, muy idóneos. No obstante, y con la multiplicidad de informaciones que se mueven por doquier, es aconsejable que tomemos las suficientes medidas que impidan que determinadas informaciones lleguen a los consumidores más jóvenes, fundamentalmente a los más jóvenes y a los niños, sin digerir, sin filtrar o sin el necesario contexto o explicación.
La información precisa valores y datos previos para que se pueda entender en su plenitud. La infancia ha de ser (lo es en todos los aspectos) el sector más protegido de la población. Una buena educación contribuye a un oportuno y extraordinario crecimiento que redundará, con seguridad, en esos ciudadanos y ciudadanas que harán del territorio donde viven una ubicación óptima, o no, desde todos los puntos de vista de la convivencia humana.
Por lo tanto, proteger de abusos, de contenidos contaminados, de violencia, de pornografía y de otros deterioros y delitos es una necesidad para todos. Hay que, alternativamente, procurar que se consuman aquellos contenidos que pueden contribuir a que sean personas responsables, equilibradas y conscientes de los valores que los griegos llamaban universales, como los derechos a la vida, a la integridad, al respeto, a la dignidad, a la buena fama, a la decencia, a la solidaridad, a la bondad, a la felicidad, a la belleza, a todo aquello que aporta buen ánimo y mejor sueño.
Solemos repetir que Internet puede constituirse en una buena o una mala instrumentalización del progreso. Depende del uso que hagamos de ese fenómeno, de la nueva ciencia, de sus elementos más bondadosos. Si pensamos en el bienestar de todos, esencialmente de los más desprotegidos, de los más débiles, seguro que nos irá estupendamente. El compartir es siempre un buen escenario para movernos con más seguridad y con más amplitud de miras y de resultados. No olvidemos que educar a los que ahora son niños o jóvenes es un deber de todos. A todos, pues, nos incumbe, y a todos nos permitirá conformar una sociedad plural y bien avenida.
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