El año 2008 fue, cuando menos, el año de Obama. Ha batido todos los “records” (Woody Allen dice que los “records” están para superarlos: el nuevo Presidente norteamericano lo ha hecho, sin duda). Se ha convertido en la gran esperanza no sólo para su continente, sino para todo el mundo, para todas las naciones democráticas. Es un sueño hecho realidad. Desde los padres de la patria no se había llegado tan lejos y de forma tan pacífica en este país, que es el emblema del mundo desarrollado, a pesar de sus contradicciones.
Los retos que tiene por delante son muchos, y complejos. Está la crisis económica, la caída de todos los mercados financieros, los derrumbes de los consumos, y, por lo tanto, de las producciones, el paro, la falta de liquidez, la carencia del suficiente entusiasmo para recuperar la ilusión perdida… Lo malo es que todo esto está en pleno apogeo, en desarrollo, en un período amplio de gestación, y no sabemos qué es lo que puede suceder.
Las sucesivas cumbres de los Grupos de los 7, de los 8, de los 20, de los 21 o de los 22, no han solucionado nada, o no lo suficiente... Miles de millones de dólares y/o de euros se han gastado en afrontar la pérdida de confianza y de liquidez de los hasta ahora solventes sistemas bancarios. El efecto, al menos en el 2008, no fue el deseado.
Y todo eso con un mercado cambiante, con escenarios balbuceantes, con conflictos bélicos por doquier, con un Oriente Medio hecho un polvorín y en el que parece que las partes, recurrentemente enfrentadas, no llegan a ningún género de acuerdo. Por otro lado, las antiguas repúblicas soviéticas han sido también ejes de problemas y de enfrentamientos armados, como en el caso de Georgia. No olvidemos los conflictos, en este caso verbales, por las sucesivas ampliaciones de la Unión Europea o de la propia OTAN.
Precisamente la Unión Europea no se halla en su mejor momento. Las visiones dispares de la economía, las particulares interpretaciones de los Estados miembros, los diferentes ritmos de aceleración o de reparto económico han dado al traste con la mejor etapa de una UE que vivió en los últimos diez años un período de esplendor que se empieza a olvidar.
En la América hispana siguen los líderes en Venezuela, en Bolivia, en Perú y en Cuba, si bien en esta última Fidel Castro se encuentra en un segundo plano, tras el relevo por su hermano Raúl. El 2008 fue, igualmente, el año de la liberación de Ingrid Betancourt, convertida en un símbolo de los secuestrados por los guerrilleros de la FARC. Tras una treta y con la connivencia de uno de sus captores, recuperó la libertad, y, seguidamente, viajó a su segundo país, Francia, donde recibió asilo esta candidata en su día a la Presidencia de Colombia.
Conflictos permanentes
El centro de un África cada vez más empobrecida continúa en conflicto permanente. Es uno de esos conflictos que no sale todos los días en los medios de comunicación, pero que sigue acarreando muertos, enfermedades y ruina para unos países cuya Naturaleza debería hacerles ricos, pero no es así. No les dejamos. Hay zonas, como las costas de Somalia, donde increíblemente (aunque nada parece increíble) aún existen piratas en la mar. Tengamos presente que la paz también fue frágil en las áreas asiáticas, sin olvidar la realidad de una China que vivió sus Juegos Olímpicos, pero al mismo tiempo es rehén de las contradicciones de tener dos sistemas en uno.
Pocos cambios para bueno en este 2008 que es fruto de un modelo económico-político que supera los propios límites de los Estados, flanqueados por problemas de operatividad y de falta de unión entre los mismos países a la hora de afrontar la realidad que les/nos circunda. Ojalá que esta situación de crisis nos sirva para poner en cuestión todo lo que no funciona y que arbitremos suficientes medidas que nos beneficien a todos, repetimos, con independencia de la nacionalidad de cada cual. Así sea.
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