La tolerancia y el afán por aprender son esas premisas que nunca hemos de olvidar a la hora de afrontar un proceso comunicativo. Podemos asumir que las mejores elucubraciones pueden hacerse palpables, reales. Soñamos con aspiraciones nuevas que nos conduzcan por razones y vericuetos que se vayan expandiendo. Hemos de reconducir los aspectos más complejos. Hagamos que las causas se conviertan en registros posibles de las nuevas luces con las que caminamos. Tomemos todo el aire posible para mantener esos afanes de aprendizaje y de tolerancia.
Sugiramos nuevos empeños con los que alumbrar por reforzamientos de periodicidades de facturas diversas. Somos, y más que seremos, en las nuevas conducciones con las que nos enfrascaremos con rescates de ideas que han de perdurar con sus correspondientes evoluciones. Hagamos los honores que han de endulzar las apariencias con sus toques mágicos. Hemos de aplaudir las buenas causas, al tiempo que debemos hacer que éstas nos vengan con sus tonos más señeros.
Las voluntades nos han de prestar los ánimos más equidistantes con pensamientos de flores y apaños superadores a través de otras realidades que figuraron donde no debían. Hagamos que todo tenga sentido. Las bromas nos han de gustar con sus implicaciones más nobles. Nos hemos de poner manos a la obra hasta llegar donde sea menester. Hemos podido antes, y ahora, con diálogos y una refrescante cultura de consenso, hemos de adelantar a los inmovilismos.
Las sugerencias que nos parecieron vacías serán superadas en una nueva tesitura que nos regalará las embarcaciones con nuevos planteamientos. Hemos de vivir esas aventuras de gracias casi perfectas. Nos hemos de consentir unos perfiles casi magníficos. Olvidemos las carencias de principios y de finales que no aplicamos en las formulaciones de señales repetidas. Hagamos que funcionen los corazones, que nos aguardan para ser más felices. Tengamos la misma aspiración.
Frenemos los ímpetus y sigamos las estelas de quienes aprendieron con formulaciones más queridas. Hemos de situar las cautelas entre aquellos enseres medio novedosos. Funcionamos con las sugerencias de quienes han de apretar hacia el mismo sitio. Utilicemos los máximos instrumentos a nuestro alcance con el mejor de los objetivos. Intentemos que las cosas vayan funcionando poco a poco. La prisa no ha de guiarnos. No porque madruguemos irán las cosas mejor. Hagamos caso a nuestros corazones, y también a las mentes, que nos han de referir algunas tareas. Con diligencia y tesón comunicativos todo marcha de mejor guisa y aspecto. Conseguimos, de este modo, que se produzcan vertebraciones comunicativas. Intentemos que crezcan. Refrescar la comunicación y sus visiones de pacto y de consenso es una estrategia, en el mejor de los sentidos, que funciona, que hemos de sostener. Insistamos y persistamos en el aprendizaje desde la mirada atenta a lo que nos dicen los demás.
Juan TOMÁS FRUTOS.
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