Una parte, o una fase, o un instante o estadio del paraíso terrenal viene de la dicha de la comunicación. Podemos mejorar nuestro intelecto, y, por ende, nuestro estado físico a través de los procesos de interacción informativa. Hagamos que la comunicación nos sane, que nos divierta con sus toques mágicos de sensaciones concordantes y con bases más o menos sólidas, siempre flexibles. No olvidemos los adelantos de glorias floridas. Nos hemos de presentar con un deseo o dos que sean básicos, con los que poder construir la morada en la que queremos estar. No destaquemos errores sino aciertos con los que todos podamos avanzar. Nos hemos de enderezar con los anhelos más coherentes.
Simplifiquemos los procesos y los conceptos con aires de lindas libertades con las que armar relaciones y negociaciones de variopintas gracias. Hagamos que el todo sea en el tránsito hacia una voluntad de resúmenes consumidos desde los mejores planos y deseos. No sé si podremos hacerlo todo con un afán de pura autonomía con la cual poder aprender desde la consideración más equilibrada. No nos pongamos en tesituras que no tengan salida.
Vayamos a ver los paisajes de viajes que emprendimos en su día sin saber los motivos. Todo ha de ser de algún modo no previsto. Las vencidas actitudes de otras etapas han de consumarse con un poco de criterio de finalidades preferentes y preferibles. Nos hemos de añadir a esa dinámica de olvidos supremos con los que nos hemos de poner a añadir unas bases de negociaciones implicadas en las versiones más auténticas. No prestemos atenciones que hasta ahora nos han diseñado actividades de posturas inciertas.
Todo es en la medida que lo vamos percibiendo con la premisa de un conocimiento que perseguiremos como globalizador. Enterremos esos pasos que nos han de adivinar las causas y también las consecuencias con las que nos moveremos hacia el lado más sencillo. No prediquemos con ejemplos armados de valores constituidos de insistentes felicidades con las que podremos ir hacia la causa de todas las razones implicadas en unas haciendas de conocimientos que nos sostendrán con sus pregones de estimaciones cariñosas que iremos mudando hacia joviales realidades. Llegarán las tardes, y con ellas las ocasiones.
Prefiramos abrir ventanas y puertas con unos entusiasmos de tendencias hacia la plenitud de escuchas donde todos tendremos mucho que referir. Hagamos caso a los buenos corazones, que nos dirigirán las sorpresas con humos sin apatías. Hemos aplaudido una serie de novedades con las que querremos ponernos en los barcos que transportan conocimientos con procesos en marcha de comunicaciones y aprendizajes desde el ferviente objetivo de una paz que nos trasladará a una comunión de intereses pacíficos con los que acuñaremos una especie de gloria en el entendimiento mismo. Ahí hemos de estar. Recordar que la información y sus procesos de interacción constituyen salud es decir lo obvio, pero a menudo no es malo refrescar lo conocido. También eso es comunicación. Ejercerla es una obligación magnífica con la que podemos aderezar el destino, o, cuando menos, la singladura de eso que llamamos existencia.
Juan TOMÁS FRUTOS.
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