Evolucionamos. Cambia el modelo, y por el camino han quedado muchos puestos de trabajo, perdidos ya, así como ilusiones que no fraguan, que se interrumpen o que se eliminan. Muchos/as compañeros/as lo están pasando mal: se han quedado sin trabajo, o están en trámites para inscribirse en el paro, o sus empresas les han compelido a circunstancias laborales peores que las que tenían hasta ahora, aunque su menester, en cantidad y calidad, es el mismo o incluso mayor. La crisis ha sido, y continúa siendo, devastadora.
Un diez por ciento de las plantillas de algunos medios han sido eliminadas. Algunos medios, como El Faro, han cerrado. Las encuestas nos dicen que apenas un 2% de los periodistas superan los 50 años. No es una profesión en la que guste o se nos permita estar hasta el final de nuestras vidas laborales. Esto es un problema, pues nos vamos cuando supuestamente nos hallamos en la “etapa dorada” de nuestro oficio, cuando hemos hecho acopio de experiencia y de un aprendizaje suficiente.
El periodista (no lo olvidemos) sigue sustentándose en las viejas normas de consultar varias fuentes, de ponderar derechos y de llevar a cabo una actuación con equidad y generando confianza, pero no siempre lo hacemos así. Las prisas, la falta de medios y de personas, en algunos casos, suponen distorsiones respecto del buen menester que afrontamos y que defendemos todos.
Suelo repetir, porque creo que es verdad, que somos los auténticos desconocidos de la sociedad (me refiero a los periodistas y a los medios de comunicación), a la que llegamos todos los días en los diferentes soportes mediáticos, pero sin decir quiénes somos. Ha sucedido siempre así, durante los 300 años de existencia de una Prensa moderna. Seguramente nos ha dado pudor reconocer algunas de nuestras condiciones laborales, o hemos pensado que no debíamos, o no merecía la pena, contar cómo hemos vivido en determinados períodos históricos. Por rubor o altivez no hemos dado en relatar ese devenir que cada día hace realidad la aseveración de Marshall MacLuhan de que “el medio es el mensaje”.
El caso es que la crisis ha llegado en un momento extraordinariamente pésimo para la profesión periodística, que se ha visto diezmada en sus filas y en sus fortalezas, y todo eso sin que, a menudo, hayamos hecho los deberes de contar a la ciudadanía las “importancias democráticas” de este oficio. Por eso, y por más razones, no hay unos usos y unos consumos, fundamentalmente en la esfera del audiovisual, que nos conduzcan a pensar que existe un reclamo permanente de un quehacer de concienciación. Cada vez impera más un modelo mediático de entretenimiento, y esa tendencia no es buena para la sociedad.
Cuando llega la celebración del Día del Patrón no podemos hacer otra cosa que pedir por la profesión, por un cambio de mentalidad, que ha de comenzar por la nuestra propia, donde todos abordemos los diversos y complejos problemas que tenemos. No nos queda más tiempo que perder. No podemos permitirnos ese lujo. Es instante ya de buscar en la unión, fortaleciendo instrumentos como el Colegio de Periodistas, una herramienta básica de consenso y de avance entre todos en una profesión que precisa una mejora de sus condiciones para abordar con más firmeza esa voluntad estrategia de cambio que tanto anhelamos. Estamos en un momento de encrucijadas, pero, igualmente, de oportunidades, de ingentes opciones. Sí, ahí están.
Juan TOMÁS FRUTOS.
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