Testimonio devoto
Aprendimos a
ser contigo,
con tu
lenguaje,
con tu
ejemplaridad y aventuras,
con los
emblemas que colocan
el broche de
una vida en ciernes,
siempre
empezando.
No sabemos
mucho de ti,
y, en cambio,
todo lo percibimos,
sin verte, sin
tener más estampa
que la
imaginada,
como tu Caballero Andante,
en un camino
interminable
como la
Naturaleza misma.
Nos enseñaste
con tu Galatea,
con tu poesía
afanosa,
perdida y
hallada en nuestro idioma
universal y
abierto,
como tú,
enseña y divisa
de quienes
conforman con obras y oralidad.
Tus Persiles y Sigismunda
andan dando
trotes como las bellas letras
que regalaste
a quienes consideran
que la novela
moderna tiene en ti
base, altura,
sonoridad y creatividad.
Engendraste
juicio y experiencia,
y, asimismo,
la gracia divina
que creías no
concedida,
pero que sí
saboreaste.
Me refiero a
ti, querido Cervantes.
Porque fue,
porque fuiste,
porque has
llegado hasta nosotros
cuatro siglos
después
con un
absoluto esplendor,
siempre te
daré las gracias.
Sean estas letras
testimonio de ello,
de mi ingente
y eterna devoción.
Aprendimos y
aprendemos.
Juan Tomás Frutos.
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