Me encanta tu mirada,
tu dulzura,
ese regalo que me ensalza
hasta el comienzo del camino,
donde empiezo de cero
y me salvo.
La madre siempre adivina.
He aprendido
de lo que me cuentas,
de lo que sugieres,
de lo que me lleva
a ese ciclo que pregona
solvencias y soluciones
hasta dar con la calma justa.
Aportas plenitud.
Me agrada
lo que dices, que infiero,
lo que callas,
esos anhelos que compartes.
Me honro de aprender de ti
en un escenario multiplicado
desde hace siglos.
Hemos consolidado vivencias,
y con ellas nos somos
en la honra y la honestidad
de saborear cada día
el mejor partido.
Me impulsas cuando te admiro,
y sonrío por el don
de estar juntos,
siempre bien hallados.
Es un milagro,
y me encanta.
Juan
Tomás Frutos.
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