Coincidimos
en una presentación. Tu humildad lleva a dar con una complicidad silente que
nos invita a profundizar en lo que somos. Nos guiamos con paciencia, con
parsimonia, sin sustituciones. Nos construimos con elecciones sencillas.
Nos hemos
movido hasta ahora con entradas de heroicidades. No creemos en la radicalidad,
aunque a veces nos expresamos entre excesos. No siempre se puede elegir, pero
sé que lo intentas y yo te sigo. Las previsiones se cumplen únicamente en
instantes: tampoco hace falta más.
Todos te
ven como un caballero. Lo albergas en tu interior. Yo te advierto igualmente
así incluso cuando vas como un ciudadano normal, que es lo que eres.
Nos
reclamamos con y sin atenciones especiales. El toro de la vida se acerca tarde
o temprano. En tu caso lo ves en su pureza, desde la lealtad de sus
pretensiones, que aguardan y mejoran porque, cual competencia, obliga a
mejorar.
Nos
educas a tu manera, con criterios de independencia y afectos en un terreno que
legitima a los valientes del pasado. Nos complacemos con los soberbios oficios.
Eres un ejemplo en el terreno de batalla, y también en el que no lo es.
Has
sabido decidir, y, asumiendo que nuestras opciones son otras, te tomaremos como
modelo. Has sido tú, incluso cuando muchos pensaban que no era el camino. Hablo
de ti, de un torero, y eso debería, debe, hacernos sentir orgullo. Gracias.
Juan TOMÁS
FRUTOS.
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