La charla
había generado muchas expectativas. Lo consideramos normal. El tema de fondo
era bueno, y la persona también. Había un atractivo a priori. La fama funciona
así.
Nos
sentamos a corroborar la opinión de partida. Veníamos con imágenes y contenidos
preconcebidos. Nos habían aconsejado bien. Los amigos y las circunstancias
estaban a favor.
Comenzó
en tiempo y forma. La puntualidad es un instrumento de fidelización, así que
nos iniciamos óptimamente en una noche colmada de atractivos.
Contó sus
experiencias, sus dudas, sus éxitos, sus caídas y promesas, cumplidas éstas
últimas en algunas ocasiones. La existencia, nos glosó, es fruto del azar y de
la inspiración con mucha faena como aderezo.
Nos fue
trasladando fechas, datos, consideraciones, posibilidades, querencias. Nos
ganó, como habíamos meditado, con sus acontecimientos, con sus palabras, con
sus garantías mancomunadas. Fue una divisa, pero, esencialmente, nos lo pareció
porque nos transportó con naturalidad y sencillez en lo más importante: “es una
buena persona”, dijimos.
Verdaderamente
lo demuestra en la plaza, pero también en lo cotidiano. Eso se llama
coherencia.
Juan TOMÁS
FRUTOS.
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