Si anoche, ven.
No te demores.
Tampoco tengas prisa.
Estaré esperando en calma,
seguro, conocedor
de que eres el antídoto,
la promesa cumplida,
ese todo inocente y humilde
que se complementa conmigo.
Si viene la tempestad o la oscuridad
con o sin aviso,
otórgame el premio de tu amistad,
que la sabré sincera y honrada.
Eres el salvoconducto,
ya te lo digo,
al paraíso terrenal,
donde no faltará el equilibrio
que comunica paz y deseo.
Todo está claro,
todo lo tengo nítido.
Eres tú.
Si amanece, te anhelo a mi lado,
y, si anochece en un descuido,
ven conmigo
para que te diga al oído
que te quiero.
Juan T.
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