Las
semanas se presentan cortas y largas, según se mire, en función del día en el
que nos hallemos, y, fundamentalmente, de la actitud, de la postura, con la que
nos enfrentemos a las condiciones y condicionantes de cada jornada.
Los
panoramas o ambientes pueden venir más o menos clarificadores o enrarecidos, lo
que supone resultados igualmente variopintos. Las exposiciones son numerosas, y
también lo son los efectos primarios o secundarios que se producen.
Ante los
eventos que nos rodean hemos de procurar entresacar las lecturas, cosechas e
interpretaciones más positivas. Ello contribuirá a que disfrutemos o a que lo
pasemos mal, dependiendo de nuestra vocación.
Hay
personas que nos aportan mucho y bueno. A ellas nos hemos de unir. Otras tienen
tendencias hirientes o rompedoras del equilibrio. Les hemos de decir adiós
rápidamente. No son salubres. Más bien nos intoxican con lo que desarrollan. Lo
mejor es apartarse de ellas y conocer nuevos mundos.
La
existencia, que pasa estrepitosamente mientras la planificamos, no alberga
rumbos convenidos, ni aspectos absolutos o definitorios. Por ende, hemos de
sacar provecho a lo que hay, sin poner más compromiso que negarnos a la
desdicha, la apatía o el dolor.
Cuidemos
nuestras vidas, consecuentemente, sabiendo que somos entre voluntades de
caricias y cariño, auténticas almohadas. Pongamos manos a la obra en cada
momento. No nos perdamos en vicios e increencias. La fe en lo bueno, en la
intención loable e idónea, mueve montañas.
Juan TOMÁS
FRUTOS.
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