Salimos del hospital con la suerte
de poderlo contar, de poder disfrutar de la vida, de mirar con otros ojos,
aunque sean los mismos. Somos afortunados por seguir indemnes al vacío, a la
nada, a la intransigencia, a la locura colectiva que nos hace ir rápidos para
llegar a la misma parte, que nunca es el todo.
Miramos hacia atrás y vemos unas
instalaciones formidables, nobles, sanadoras, comprometidas con lo humano, así
como unos equipos de profesionales irrepetibles que transforman la estructura
para hacerla mejor. Damos gracias por ellos y ellas.
Hacer cuentas únicamente con lo
excepcional en negativo es un síntoma de poca empatía hacia un sistema que debe
invertir lo que sea menester para salvar lo físico y lo espiritual. Con este
modelo se intenta todo, y a veces hasta se consigue lo que parece imposible.
Hemos sido testigos de que existen
los milagros, y no porque todo haya ido bien, que es crucial, sino porque de
vez en cuando suceden cosas que nos hacen pensar, como decía Lennon, que la vida se pasa mientras
planificamos lo que ha de ser.
En determinadas oportunidades el
destino manda parar y te coloca en una realidad suprema, que nos corrobora que
somos frágiles y débiles. Frente a ese hecho surge la investigación, la
habilidad y el buen hacer de una Sanidad que evita muchos naufragios. Es el
caso.
Contemplamos todo lo que nos rodea
y vemos que el blanco de las batas significa la pureza de un renacer por el que
demostraremos que ha merecido la pena. ¡Ojalá sea así!
Con esta perspectiva se consolida
el día, del que cogemos la muestra de una experiencia enriquecedora, que
mancomunamos con destacados conceptos de paz, que nos imprimen un descollante
carácter.
Pese a lo que algunos puedan decir
creceremos con el brillo de los que han dedicado toda su historia a aprender a
sanar. Nos dan energía y ejemplo, y nos ayudarán a un equilibrado desarrollo.
Han reabierto un camino en el que colocaremos flores cargadas de colores.
Por ende, gratitud eterna a quienes
se sacrifican por sus semejantes para que estén y vivan jovialmente. De ellos,
y ellas, es nuestro Reino.
Juan TOMÁS FRUTOS.
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