Hay días
que vienen cargados de amistad, de regalos indescifrables en forma de
estimulantes instantes, de ejemplos casi perfectos, de resultados enormes que
consideramos inmerecidos pero que seguramente son ganados con el sumatorio de
cada jornada.
Ocurre.
Vemos que todo surte efecto. Son esas horas en las que lo esencial madura a
tiempo, en las que lo conveniente sale a pedir de boca incluso antes de que
mencionemos lo anhelado.
La vida
es eso que nos va viniendo como puede, o como debe, sin que sepamos ver las
etapas hasta el final de la misma. Todo sale, aunque no lo oteemos de manera
inmediata, como tiene que surgir. No siempre damos con las cimas en el tono elucubrado
y con las temperaturas adecuadas, pero incluso en esos supuestos de pérdida u
omisión aprendemos para ocasiones venideras.
En verdad
tenemos que ofrecer nuestras mejores versiones con humildad, con propósito de
enmienda, juntando las piezas que nos invitan a distribuirnos por lugares de
serenidad y sabiduría. La cosecha de los años ha de ir por esos lares.
Busquemos, no obstante, siguiendo estas premisas, los más óptimos resultados,
pero sin obsesionarnos.
Articulemos
las fuentes de las que hemos de beber para no pasar sed y para ir palpando los
mensajes que nos brinda cada era. Las señales nos invitan a entender lo que
sucede desde la parsimonia y la jovialidad de estar vivos y a optimizar las
condiciones y condicionantes con exponentes sencillos. Procuremos sentirnos
bien. No seamos avariciosos. Sepamos calcular, pero sin encendernos en la
persecución de provechos.
Los
eventos son los que son, y nos han de servir de guía con cautela, fomentando
los mejores. Sin embargo, no olvidemos que, sin sentimientos, sin humanidad, no
alberga cimiento nada de cuanto realizamos. En consecuencia, seamos caritativos
hasta con nosotros mismos. Expongamos igualmente la naturaleza de las cosas,
que tiene que ver con compartir la bondad y progresar en comandita, para que no
nos falte, en la medida de lo posible, la salud y la educación.
Hagamos
caso a nuestro corazón, como apuntaban nuestros padres, y, con el suficiente
sacrifico, desarrollaremos nuestros sueños. Puede que algo más.
Juan TOMÁS
FRUTOS.
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