Exprimamos las experiencias que nos ofrezca la
vida con complacencia y correcta actitud. Nos embarcaremos en los pronósticos
que nos regalen lo superior, lo que nos haga estar en paz.
Prediquemos con trigo y recojamos las bondades de
una existencia que suele expandir lo que plantamos y abonamos. No miremos al
pasado salvo para sacar provecho de lo contemplado.
Busquemos la hermosura y la bondad, pero sin
marcarnos la perfección, que, sin duda, se obtiene más por la casualidad de la
naturaleza que por una persecución alocada y obsesiva.
Presentemos nuestros respetos al milagro
cotidiano, que hemos de valorar con actos honrosos. Los criterios de
compañerismo y solidaridad nos brindan placer y dicha.
No malgastemos el tiempo, ni tampoco pretendamos
un beneficio abusivo. El contador se acaba, y lo importante es el aroma de lo
deleitado. No quedan, al final, más que sensaciones. Procuremos que sean
buenas. Y sanemos, por favor.
Juan TOMÁS FRUTOS.
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