Compañeros y compañeras, en estos prolegómenos del año, y en un intento de tener la mejor proyección y un óptimo estado de ánimo, os recito lo siguiente:
Sueño contigo,
una vez más,
y tomo ese aire
que me da la penumbra
de un respiro
que dejará de preñarse
de un anonimato devorador.
Llegas
con la fórmula consentida
y aplacadora
de la realidad circundante.
Te ha apropiado
del elixir del amor,
y por eso me dejo llevar
hasta la sensatez
de lo no pensado.
Acabas
la historia venturosa
de quien rezo
para sentirse menos extraña.
No lo eres,
no para mí,
que aprovecharé este año
para sentenciarme a ti.
No podría vivir
sin la esperanza
que me regalas.
Me cargo de ilusiones
en este nuevo año,
que es tuyo y mío
casi al mismo tiempo.
La vista ya no está
tan nublada:
ni puede ni debe.
Saltaremos de ese aprisco
ciego y ensordecedor
y romperemos
las ataduras desterrantes.
Seremos más fuertes.
Me dedicaré
a seguir de cerca
mis propósitos de enmienda
y a mejorar mis afanes,
que a ti debo
sin réplica ni búsqueda
de un tino especial.
Estamos en ese estado
de gloria azul y rosa
que nos portará
a ese momento inenarrable
que viviremos,
por fortuna, amiga,
en común,
siendo una sola persona.
El año amanece,
que no es poco,
y ya llevo mucha ilusión
a cuestas,
la que tú generas
en mi mente y en mi alma,
en conjunción por ti y en ti.
Hoy, en este recambio,
no pido tanto larga vida,
sino más bien que sea intensa.
Recuerda, estimada mía,
que podemos ser felices.
Juan TOMÁS FRUTOS.
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