Las empresas periodísticas se ocupan de todo. Es normal. Bueno, se ocupan de todo lo que interesa a la mayoría de los ciudadanos y ciudadanas, o, cuando menos, a grupos más o menos importantes, sin olvidar sus fines de defensa y de protección de los más necesitados y de las minorías, como consagra la propia Constitución del año 1978. Debemos acercarnos a muchas realidades cada día a través de los medios de comunicación. Son muchas las vertientes que se tocan, los perfiles, las condiciones y condicionantes de lo que acontece, y también son muchas las maneras de mostrar lo que nos circunda. Veamos cómo son las relaciones cuando abordamos circunstancias conflictivas y acerquémonos a la vinculación que tenemos con quienes nos protegen de ellas, esto es, la Policía. Supongo que pensar en la relación entre empresas periodísticas y fuerzas de seguridad es pensar en sucesos. Ya saben ustedes, aquí, en este caso, como en otros muchos, funciona el famoso lema que hemos heredado de los años cuarenta o cincuenta del siglo pasado: “Bad News, Good News” (Las malas noticias son las buenas noticias). Lo son, verdaderamente, para nuestros medios, que venden más, que aglutinan más audiencias. Durante décadas hemos generado una perversión que nos hace perseguir más consumo, cualesquiera sea el medio, utilizando atractivos más o menos cuestionables, es decir, recurrimos al sensacionalismo, al amarillismo, a esos factores de interés humano que invitan a que vayamos sumando más y más.
Ciertamente es una cierta perversión que las buenas noticias no sean noticias. La profesión ha cosechado muy malos dividendos, ahora que hablamos de crisis, de esta postura, de esta inexacta actitud de tierra quemada, y ya van 300 años de profesión tras sucesivas revoluciones industriales.
Así, pues, ofrecemos una profusión de malas noticias, de esperpentos, de eventos en el callejón del gato. ¿Por qué? Por la audiencia, que crece. Está comprobado. Un informativo con sucesos tiene más audiencia. Está constado que ésta es mayor cuando damos una pieza (una noticia o un reportaje) en torno a algún suceso, ya sea éste relacionado con violencia, con accidentes, con eventos escabrosos o bien esconden historias abiertas o llenas de incógnitas, etc.
Hablemos del consumo de los medios. Es la pescadilla que se muerde la cola. Amarillismo, truculencias, violencia, pornografía, conflicto… Todo vale para llamar la atención, y, claro, ganar audiencia. Las gentes se acostumbran a consumir lo que les damos, y se lo damos porque es evidente que determinados contenidos superan muy mucho a otros en consumo. Es verdad que vivimos todos una cierta esquizofrenia. Decimos ver una cosa, pero realmente contemplamos otros espacios distintos a los confesados cuando nos ponemos delante de la pequeña pantalla. Precisamente por ello, y para cambiar de hábitos, para ayudar a la audiencia a que mejore sus rutinas, para que todos busquemos un modelo de televisión más coherente para las tipologías de sociedades en las que vivimos, es preciso que hagamos un esfuerzo supremo con el propósito de diferenciar entre calidad y cantidad.
Peculiaridades de los medios
¿Recuerdan las funciones tradicionales de los medios? Seguro que sí: informar, formar, entretener, así como la llamada supervisión del ambiente. Esto tiene sus Pros y sus contras. La responsabilidad, como reconoce el Artículo 20 de la Constitución Española, es alta. Conviene que interioricemos estos fines para entenderlos y aprehenderlos un poco mejor.
Una reflexión muy importante es la que nos viene dada por las propias características de los medios. Pensemos. El mensaje es rápido, transitorio y fugaz, y por eso viene absolutamente condicionado desde el primer momento en el que lo gestamos como idea. Por otra parte, tenemos a la audiencia, que es perseguida en una carrera maratoniana, buscando que sea amplia, y, en ese sentido, la hallamos heterogénea y la afrontamos con un anonimato difícil de ponderar en ocasiones. La organización, esto es, la empresa, también es compleja, con creativos, responsables de contenidos, técnicos y dueños o representantes del capital que hacen posible la iniciativa empresarial que fuere. Hay muchos ventores de influencia, demasiados.
Me encanta recordar, por su relevancia igualmente, la Teoría de José María Desantes Guanter, un estupendo catedrático de Derecho de la Información. Distingue entre el Sujeto organizado, el sujeto cualificado, y el sujeto universal. El sujeto organizado es la empresa, que es muy importante, claro. Ya lo hemos subrayado. El cualificado es el profesional experto de la información, en cualquiera de sus categorías o empleos que participan en el proceso de la comunicación. Es, igualmente, muy decisivo. Está, asimismo, el sujeto universal, el público en general, al que dirigimos nuestros quehaceres y el afán de nuestra actividad.
Una última matización: tendríamos que compensar. Debemos buscar y contar cosas en positivo. No es una tarea fácil. Como primer deber para tan ardua conquista, hemos de mudar el chip, y lo hemos de realizar entre todos. La colaboración se tercia más que necesaria. Cuando afrontemos sucesos, u otro tipo de temas de alta sensibilidad, hemos de procurar que los medios actúen como enteros. Como señalamos, juntos, sí, podemos. Pensemos que, cuantos más opinemos sobre estas cuestiones sensibles, más fácil será llegar a un consenso y de trazar líneas comunes de actuación. Además, señalemos como una necesidad el poner en común lo que hacemos para mejorarlo en lo posible. No olvidemos que la comunicación es todo, y de todos.
Juan TOMÁS FRUTOS.
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